domingo, 19 de junio de 2011

Mi otro yo

Sentado en la soledad de ese pasillo vi mecerse junto a mí la sombra de la desgracia.


Llegaron hasta mi los ecos de una conversación distante: no hablaban de mi, hablaban de mi otro yo...


“El joven la amaba con pasión, le había entregado su vida y su corazón; ella era una mujer débil, frágil; cedió...
El joven sufría ahora su amarga angustia llorando en silencio sus penas con lagrimas de tinta en una hoja sin color.”


Las voces surcaban los espacios y le relataban su propia historia...


“La oscuridad de la noche acogía el viento que mecía suavemente los árboles intranquilos; mientras en su pecho se dormía el dolor mas inaudito, su corazón moría...
Regresaba de la calle al pasillo su mente débil, estaba solo y nadie lo veía morir; era triste e inaudito; pero el estaba allí y nadie lo veía partir.
El reflejo de las luces traía sombras de recuerdos, el suspiro marcaba su desgracia mientras el rostro mostraba sus misterios, todo humano era propenso a la muerte, y el joven enamorado moría...”


¿Qué era ahora para él el paso de los tiempos si quien amaba ya no le quería? ¿Qué pena era su pena que no podía ser calmada?
Su sed era el deseo de amor, y no podía ser saciado; moriría entonces de sed.


“Sus ojos estaban apagados como las voces que lo herían, cuanta crueldad en palabras tan vacías, ellos no sabían que había sucedido; jamás lo comprenderían: ¿Por qué debían hablar entonces?”


Aún así su sonido silbante acarreaba desgracia hasta sus oídos, Aunque deseara no escuchar no podía evitarlo.


“Tanto la había amado, A tantas cosas había renunciado y ella jamás noto lo que se le entregaba a cambio de un poco de amor
Así había respondido a sus sentimientos, ahogando penas en otros brazos, brazos que no eran los míos, brazos que no la habían amado.
Solo el tiempo le enseñaría que se había equivocado, pero no podía esperar; para entonces ya me habría muerto...
Culminaba ya mi consuelo; llego como siempre, y como siempre se sentó a mi lado; Pero todo era diferente y lo vi en su rostro cuando sus bellos ojos me miraron.
Sus manos suaves deslizaron hasta mi un papel pequeño; se levanto y se marcho sin darme tiempo”


¿TIEMPO? ¿Para que?


Los susurros corrieron veloces y el pasillo se pobló de mirones; ¿Qué buscaban? ¿Reírse de quien sufre?


“Desdoble el papel, mudo, en silencio; con cuidado...”


(Todo termino)


“Vi el papel, estaba en blando, así como mi mente, mi alma y mi corazón...
Nada había existido, ni me amaba ni la había amado; nunca le dije nada, nunca me beso; jamás nos miramos y nadie nos nombró, el tiempo siguió su marcha; nada paso...”


Pero estaba yo en el pasillo; escuchando ecos y susurros que herían el silencio; aunque no hablaban de mi, hablaban de mi potro yo...


Kevin Heves Maranetto Vranich


                                                                               04/10/2005      

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