jueves, 7 de noviembre de 2013

La propina



Después de muchos años sin verse finalmente la suerte los había encontrado por casualidad concertando aquella comida en un clásico restaurante de la ciudad, tan solo verlos, sentados, a ambos lados de la mesa, uno podía comprender sin ninguna dificultad que la vida le había favorecido generosamente a uno de ellos, mientras al otro, apenas había rehusado voltearle la espalda
Con cierta incomodidad se había tocado el tema mientras almorzaban, entre muchas otras trivialidades, mujeres, hijos, aventuras de la vida, desengaños, infortunios e infinidad de temáticas con la que sentían urgente necesidad de ponerse al día.
Esa misma tarde, el más favorecido, marcharía en un viaje de negocios que duraría varios meses, y para entonces, quien sabe si podrían reencontrase nuevamente
Ya en los postres la conversación se desvió hacia la ciudad, donde ambos habían crecido, y como ya no era la que ellos recordaban, la delincuencia, la pobreza, la miseria, basura en las calles, crímenes sin sentido, drogas y demás
Tocó en aquella casualidad que un pobre hombre, mal vestido y con muy escasa higiene cruzaba por la vereda opuesta a la que ellos se encontraban, deteniéndose en el recipientes de residuos que allí había, revolviendo y buscando seguramente cualquier cosa que le fuera útil, sin éxito.
El pobre hombre, decepcionado se sentó en el cordón de la vereda a la sombra de un árbol mirando a su alrededor, dejando divagar su imaginación, colocándose en sus sueños en el lugar de cualquiera de los transeúntes que por allí pasaban negándole, en lo posible, hasta la mirada
-Es triste como algunas personas terminan así, esa falta de iniciativa y voluntad para luchar por la vida, acabar revolviendo basura – comentó el ejecutivo que ya había terminado su postre y se limpiaba los labios
-Algunas veces no tuvieron opción, cuantos de ellos alguna ves tuvieron dinero y una mala inversión los arrojó a la calle, es un pobre hombre como tú y yo, solo que la suerte no ha sido demasiado generosa con él
-Podría conseguir un empleo – añadió mientras el mozo se acercaba con la cuenta – esa gente no quiere trabajar
- A lo mejor no pudo estudiar, o, siendo sincero, quien le contrataría así, seguramente no tiene ni donde darse un baño… ¿Que haces?
- Pago la cuenta…
- Faltaba más, no voy a dejar que pagues mi parte – tomó la nota de la mano de su amigo y revisó la cantidad
- Nada me hubiera costado invitarte una comida después de tanto tiempo sin verte – colocó en la mesa su parte de la consumición y agregó varios billetes para la propina
- Nada de eso, yo también estoy contento de verte – colocó su parte y unas cuantas monedas, el otro comensal lo miró curioso
- Quieres poco a los mozos
- A ellos ya les pagan sus sueldos ¿no? – en eso se acercó la persona que los atendía – Disculpe ¿Sería tan amable de guardarme los restos para llevar?
El dependiente miró las monedas junto al planto y refunfuñó, pero asintió con indiferencia
- Debiste dejar que pagara la cuenta – sonrió su colega, luego se despidió y se marchó
El otro sujeto espero que el mozo regresara con los restos, los tomó con una sonrisa y se alejó, cruzando la calle, y los deposito en la falda del pobre vagabundo que lo miro con expresión de sorpresa, se alejó en silencio, sin decir una palabra, ni esperar siquiera un “gracias…” 

Kevin Heves Maranetto Vranich
06/11/2013 


lunes, 17 de junio de 2013

La historia de José




Algunos dicen que la historia de José es una historia triste, otros dicen que tiene un final feliz. Muchos piensan que su historia es de telenovela o de película, otros simplemente creen que es un caso normal, como tantos otros que suceden en esta vida y pasan desapercibidos. Pero lo cierto es que José tiene su historia.
Él es un tipo normal, tan común como su nombre, duerme, trabaja, mira tele, va al baño, come, sale a caminar, va a la playa en verano y le gusta quedarse junto al fuego en invierno, como todo el mundo
Sin embargo hace ya varios años que José no es el mismo, no es el que era hace dos años, ni el que era hace diez, José va cambiando, va creciendo, va madurando, y hoy José con casi treinta años de edad se siente un hombre de mundo, pero también se siente un niño pequeño perdido en la vorágine de una sociedad que no deja de cambiar, y no le gusta cómo cambia.
A José le cantaban el feliz cumpleaños cuando era niño, tenía su torta, sus regalos, sus globos, cuando fue adolescente comenzó a salir, fue a los bailes, conoció chicas, salió con unas, se enamoró de otras y se acostó con varias, así se hizo hombre antes los ojos de la humanidad
Sin embargo cuando José pasó ya de sus veinte encontró a una chica que era diferente a las demás, tenía ojos oscuros, como muchas mujeres los tienen, un aire juvenil y un cuerpo admirable, pero también hay muchas mujeres así. Lo que tenía aquella mujer de diferente solo José puede saberlo, pero no lo supo enseguida, lo supo con el tiempo
La primera vez que le habló solo vio una chica bonita, acorde a sus gustos, alguien con quien compartir una cena, quizás una noche, quizás unos meses de su vida, José sabía que podía enamorarse de aquella muchacha, entonces eso no le importó, sería como las veces anteriores… eso pensó José…
Salieron a comer, pasaron algunas noches juntos y José se enamoró, y ella también lo hizo, al primer mes le siguió otro, a los primeros seis le siguió el año, y a este otro… y José descubrió que ella era diferente…
Quizás pasaba tanto tiempo pensando en porque ella era diferente, porque quería compartir su vida con esta mujer, que no se dio cuenta que ella dejaba de besarlo antes que él, ya no deseaba acostarse a su lado tan a menudo, y no tenía tanto tiempo para acompañarlo en una cena o viendo una película en el cine… José no supo que ella se había enamorado de alguien más hasta que ella se lo dijo…
Fue una tarde muy fría de invierno, habían comido en silencio, habían visto un cortometraje en la casa junto a la chimenea, él no tenía que trabajar ese día, ella tampoco, fue cuando la película termino y comenzaban a pasar las letras de los protagonista cuando ella lo dijo
Luego, se levantó y se fue, José puede asegurar que le dijo algo, que se le escapó una lágrima, hasta está seguro que la trató de tomar de la mano, lo cierto es que aquella mujer tomó sus cosas, salió por la puerta que estaba frente a José y nunca volvió a entrar por ella… José estaba destrozado…
Faltó al trabajo el día siguiente y casi lo echan,, comenzó a comer mal, a sentirse deprimido, pensó en suicidarse pero no tuvo el valor para hacerlo, descubrió entonces que había amado a esa muchacha y ahora ya no estaba junto a él, José se sintió terriblemente solo…
Paso un mes, pasaron dos, pasaron seis y un año también…hasta que un día una mujer se fijó en el…
José ya no pensaba en mujeres, su experiencia lo había destrozado, así que cuando ella se acercó para hablar murmuró unas disculpas y se marchó, lo hico la primera vez, la segunda y una tercera…
Un día ella le dijo que se veía un poco delgado y lo invitó a almorzar en su casa, él, sin pensarlo, sin entender porque, aceptó, ese día no tenía ganas de comer solo
La comida fue sabrosa y abundante, ella sirvió un buen vino, preparó las cosas con sus propias manos, él elogió como un caballero su esfuerzo, incluso realizó un cumplido por lo bonita que estaba aquel día…
Hablaron de muchos temas, ya sobre la tarde ella le preguntó por su pasado, y él, si darse cuenta, quizás con una copa de vino de más, o quizás porque ya no dolía como antes, quizás no importaba, o quizás solo necesitaba contarlo… le habló de aquella amarga experiencia… y esa mujer le escuchó atentamente…
Esa noche a José le hicieron el amor, durmió en una cama que no era la suya, despertó temprano con el sol y descubrió un desayuno sobre la mesa, ella no estaba.
Todos supieron que José no era el mismo cuando fue aquel día a trabajar, José fue el único que no se dio cuenta. Aceptó la invitación una vez más antes que esa semana terminara, y varias más durante el mes, sin saber cómo, de pronto, había una mujer en su casa, compartiendo su cama, preparando su comida, acompañándolo al cine, llenando con luz el oscuro vacío que había encontrado dentro de su corazón…
Paso muchos, muchos años preguntándose porque no llegaba a él la mujer correcta, y cuando llegó se sentía culpable, con su luz apagada, con su corazón herido, se maldecía en silencio cada vez que ella lo besaba y despertaba el fuego que habitaba su pecho, se sentía tan triste, tan solo,  se sentía culpable de no poder amarla como había amado a su primer amor…
Ese día, José pensaba que su vida parecía una historia de telenovela, o de película, podía ser triste o con un hermoso final feliz…
José tenía la mano de su mujer entre las suyas, la miraba a los ojos y le sonreía…
Cuando minutos después sostuvo a su hijo en brazos lo entendió todo, de pronto ya no tuvo dudas y supo… supo que la suya era una historia de final feliz.

Kevin Heves Maranetto Vranich
17/06/2013


sábado, 23 de marzo de 2013

El Neptuniano – La aduana




El hombre extendió el documento que lo acreditaba dibujando una sonrisa sutil que no quedaba demasiado bien en su rostro varonil, con una tupida barba amorronada y sus ojos de un azul ligeramente claro.
El inspector de aduana tomó rutinariamente el pasaporte y lo inspeccionó minuciosamente, era joven y aún no llegaba a su cuarta década, pero conocía el oficio de hacía ya casi dos. Destacado por excelencia entre sus compañeros había tenido muchas oportunidades de un cargo más tranquilo, de escritorio, pero no era lo suyo.
Nada igualaba la satisfacción cuando descubría un traficante por un tic en los labios, o una persona que intentaba entrar ilegalmente con visas falsas, tenía su propio record en estos ámbitos y por ello a veces despertaba envidia entre sus compañeros, incluso por su jefe que veía constantemente peligrar su puesto ante el inminente ascenso de el señor Diaz, solo era cuestión de tiempo para que buscara una posición más cómoda, mejor remunerada y perdería su trabajo y sería Díaz quien lo botaría de allí…
Pero Díaz prestaba poca atención a todo ello, le gustaba su trabajo, estaba orgulloso de la manera profesional que desempeñaba su papel en la sociedad y la seguridad de su país, por eso rara vez un detalle se escapaba a sus minuciosos ojos que lo escrutaban todo.
Y aquel momento no era para nada una excepción, la credencial que sostenía en sus manos, a juicio de cualquier otro en su lugar, no tendría absolutamente ni el menor atisbo de ser irregular, peor a Diaz algo no le cerraba en ella.
La foto del documento era el vivo reflejo del hombre que la presentaba, ni un solo cabello parecía estar más largo, ni el bigote más recortado… era inusual pero no necesariamente algo incriminatorio, muchas personas cambiaban tanto su aspecto que eran prácticamente irreconocibles en las credenciales, otros tantos acostumbraban siempre el mismo sastre, el mismo peluquero, y la apariencia resultaban un claro reflejo de la que habían tenido varios años atrás sin que el menor cambio se produjera…
Era allí donde un detalle se unía a otro, el pequeño carné estaba fechado hacía dos años, tres meses y nueve días exactamente, sin embargo, aunque el hombre pudiera no haber cambiado en lo más mínimo su aspecto aquel documento debería presentar al menos algún ligero desgaste o daño por el uso
Nada. Ni siquiera parecía tener un raspón, ni el más leve daño en sus esquinas, común al introducirlo y sacarlo de bolsos, monederos o billeteras. Realmente parecía manufacturado hace poco, Diaz se arriesgaría a apostar que esa misma mañana, quizás, minutos antes de abordar el avión. La pregunta era ¿Para que falsificar el documento?
Examinó con una agradable sonrisa al sujeto evitando delatar su suspicacia. No iba halarle los cabellos para comprobar si era una peluca o una barba postiza, pero sus ojos, expertos en ello, podían adivinarles naturales o de lo contrario un trabajo excelente ¿Tratarse acaso de una mascara facial completa? Si era así resaltaba un trabajo verdaderamente profesional y podía hallarse ante alguien peligroso
Mientras bajaba de nuevo los ojos al documento simulando no hallar nada extraño recorrió el contorno de la persona, ya había pasado los escáner para detectar metales u armas similares con éxito, cabía siempre la posibilidad de sobornar a los guardias previamente, pero la ropa que usaba no era demasiada holgada, daba pocas oportunidades de esconder un arma regular, quizás alguna de esas tan pequeñas que parecían de televisión, ya había tenido oportunidad de ver alguna y saber muy bien que eran reales, y también el daño que podían hacer…
- ¿Sería tan amable de aguardar un minuto…?
El sujeto sonrió compresivamente y Diaz se dirigió a la parte posterior, llevando disimúladamente con él el documento de aquel hombre, estaba seguro que allí había algo que no iba en el conjunto, se acercó a una mesa, su escritorio particular, del segundo cajón sacó una lupa y revisó de nuevo aquella credencial
Como lo habían hecho sus ojos al desnudo la lupa confirmó que no había ningún signo de desgaste en aquel documento, era nuevo, recién hecho, pero fechado hacía varios años ¿Cual era la probabilidad que tras hacerlo no necesitara presentarlo en ningún sitio hasta aquel momento? Sin duda increíblemente improbables, pero no del todo imposibles pese al mundo moderno actual. Inspeccionó las marcas de autenticidad propias de aquella variedad de documentación y las comparó con varias muestras falsas y una verdadera, era autentica en todo detalle excepto que resultaba completamente nueva.
Sacó de un bolsillo, donde disimuladamente había guardado otro de los documentos que el sujeto presentaba, era una simple acreditación, también fechada hacia algún tiempo, algo arrugada, sin embargo el papel parecía impreso aquel mismo día y deteriorado intencionalmente, un trabajo que a otros ojos podría haber pasado inadvertido pero días encontró un claro patrón entre ambas acreditaciones, era momento de seguir el protocolo, solicitaría que pasara a un apartado para hablar o resolver alguna irregularidad y luego, con apoyo policial procederían de ahí en más
Tomó los documentos y salió nuevamente, el sujeto estaba allí, no parecía nervioso, eso era raro, parecía seguro de si mismo, eso no era tan raro, fue a dejar las cosas sobre el mostrador y notó que había algo que anteriormente allí no se encontraba, un simple recorte irregular de una hoja de cuaderno, en el solo la palabra “Llame” y debajo un número telefónico que parecía de otro país
A Díaz le recorrió un escalofrío por la espalda, descuidadamente preguntó si el papel era del caballero, pero se encogió de hombros, sin duda era un sujeto astuto, no iba a comprometerse, pero Diaz también era una persona sensata, si el hombre no era peligroso y llamaba a aquel número comprendería que estaba correctamente acechando a otro individuo que comprometía la seguridad de su bella nación, y si realmente corría un peligro, siempre podría haber un cómplice camicase con una bomba, un arma que le apuntara desde la distancia o quien sabe que, no perdía nada constatándolo y salvaguardando su vida. En una de esas era un apunte de otro pasajero que pasara desapercibido anteriormente…
Dudó un segundo si llamar a seguridad primero, sería lo más sensato, también podía llamar desde el teléfono en el interior del modesto despacho que él ocupaba con los otros agentes de aduna, pero estaría un poco más comprometido, allí, en público, era más difícil que atentaran contra él.
Se disculpó con toda cortesía, tomo el papel dejando en el sitio los pasaportes de aquel hombre, y se encaminó al teléfono en uno de los lados del mostrador, marcó sin dificultad y aguardó casi cinco segundos, una vos metálica sonó del otro lado tras un chirrido y le anuncio que la llamada estaba siendo transferida, luego debió aguardar casi veinte segundos más antes que una voz masculina le atendiese, no se presentó, exclamó una simple y tajante orden.
-¡Déjelo pasar!
-¿Así como así? – preguntó algo divertido - ¿Solo porque me lo pide un desconocido que no se identifica al otro lado de un teléfono?
- Aguarde un momento
Diaz aguardó ¿Que más daba? Al cabo de otros tantos segundos escuchó que le hablaban nuevamente, una vez más sintió algo helado recorrerle la espalda, del otro lado del auricular le indicaron donde trabajaba, su nombre completo, enumeraron varios servicios que usaba, incluyendo, sin falta, su dirección, la matricula de su auto, el número de su cuenta bancaria y las notas de su hija de trece años
No era alguien común, era la primera vez que Diaz se enfrentaba a algo similar, y en este momento que lo pensaba nunca se imaginó en esta situación, por primera vez en su vida se arrepintió de no haber aceptado un asenso, y se le cruzó por la mente incluso, que no dudaría en aceptar la oferta si volvían a realizársela, unos instantes después recuperó la cordura, esta era una oportunidad única…
Quizás era un terrorista del más alto nivel, un traficante de alto rango, un acecino por contrato, fuese cual fuese el caso, atrapar una persona así era algo sin precedente, imaginó con cuanto honor lo galardonarían, y también se sintió bien imaginando, así sea un poco, la envidia de sus compañeros resolviendo esta situación
¿Pero como resolverla? No podía ya pedirle que pasara al cuarto para sospechosos, con la información que había pasado fácilmente podrían hacerle daño a su familia, esfumar en un segundo los ahorros de su vida, tampoco dejarlo continuar, dejar que una persona tan peligrosa entrara al país ¿Con que propósito vendría? La voz dijo algo más…
- Tranquilo Señor Díaz, nada pasará a su familia ni a usted mismo si es lo que está pensando, simplemente no podemos decirle de que se trata, pero no es ni un acecino ni un traficante, se encuentra ante un agente especial ¿Comprende? Si le diéramos más información comprometeríamos la seguridad del estado, también sería peligroso para usted que supiera más, nuestro hombre está en una misión tan comprometedora para la seguridad mundial que viaja totalmente encubierto, y no crea que le daríamos esta información a cualquiera, tenemos su excelente historial de trabajo, es indudable que su perspicacia es excelente, nadie en su lugar hubiera necesitado llamar a este número, mañana, cuando despierte, será una vida nueva para usted, sabemos que rechazó su asenso varias veces, esta vez no podrá evitarlo, gente como usted la necesitamos para tareas más importantes, es un orgullo para su país tenerlo, no desvalorice su trabajo como un simple inspector de aduana
La línea se cortó, Diaz tuvo que intentar dos veces colgar el teléfono sin acertar del todo, le temblaba la mano, se hallaba entre al espada y la pared, parecía de una película de Holliwood, pero esto no es la pantalla grande, acá no ganan siempre los buenos, su familia estaba en peligro, él estaba en peligro ¿Porque no podía ser una agente especial de su país u otro? Detenerlo, causarle un inconveniente era un error tan irremediable como no aprenderlo si era un delincuente, tenía que decidir, no quiso meditarlo, se sentía lívido, a punto de desvanecerse
La voz del teléfono sonaba sincera, el sabía percibir una mentira ¿Habrían logrado engañarle? No era fácil aquello, a Díaz no se lo engañaba con facilidad, pero por teléfono, un hombre capacitado…
Se acercó al mostrador, esta vez no pudo sonreír, el sujeto lo miró con curiosidad
- ¿Todo en orden?
- Todo está perfecto, disculpe la demora… puede usted pasar
- Gracias
Diaz suspiró mientras veía alejarse al sujeto de espaldas sin voltear atrás siquiera una vez, estrujó un pequeño papel y lo guardó en su bolsillo… nunca se sabe…
Cuando Díaz despertó aquella mañana jamás imagino que un Neptuniano llegaría a su puesto de aduana y le haría pasar por aquello, ni que su vida cambiaría de allí en más, se había involucrado en algo más grande de lo que pudiera imaginar…

Kevin Heves Maranetto Vranich

19/03/2013



sábado, 16 de marzo de 2013

La tristeza




Escuchó un ruido a sus espaldas y se apresuró a esconder la foto que tenía entre los dedos en uno de sus bolsillos, cuando volteó apenas había una sombra en la oscuridad sonriéndole
- ¿Te asusté?
- Un poco
- ¿Quién esperabas que fuera?
- No lo se
- ¿Temías que fuera tú prometida?
El joven se encogió de hombros, no estaba de ánimos para responder, desdobló el papel plastificado y descansó de nuevo su mirada en ella, la sombra a su espalda miró asomándose por uno de los lados la fotografía
- No es tan bonita que digamos
- Lo sé…
- Pero… no puedes olvidarla…
- No…
Dejaron que el silencio hiciera su trabajo, el pobre muchacho reflexionó largo rato sin apartar la vista de lo que llevaba en sus manos, sentía un nudo oprimiéndole el pecho, ganas de llorar, de sacar su dolor y rabia afuera, pero se contenía, debía ser valiente, eso se decía mudamente a si mismo.
- La mujer con la que estas ahora… ¿La quieres?
- ¿Cómo podría no quererla? Es una buena mujer, me quiere, es atenta, bondadosa, alegre, me deposita cada día una sonrisa en los labios, sueña y proyecta su vida a mi lado, es fácil imaginarnos juntos en un futuro, con hijos nacidos de nuestro cariño, llamando hogar una casa, formando el mágico don de una familia…
- ¿Pero… la quieres…?
No necesitó responder, pero supo que la silueta dibujaba algo muy similar a una amplia sonrisa ¿Felicidad quizás? Sería muy irónico…. Posiblemente fuese solamente la mueca de una burla…
Sus pensamientos derribaron una barrera creada hace muchos años, y los recuerdos cayeron sobre él como un balde de agua, aquella noche fría de invierno haciendo el amor, aquella mañana de primavera caminando junto al mar, aquel atardecer de otoño junto al fuego, aquel mediodía cocinando juntos en pleno verano, el talle de su cintura que sus manos sabían abarcar por completo, el sabor característicos de sus besos y su endiablada mirada felina que sabía posarse en sus ojos y derretirle el corazón…
De pronto, aquel momento en que ella, plantada frente a él, murmuraba que no podían seguir juntos, que todo era diferente, que todo había cambiado, que debía terminar, y el recuerdo ya difuso de verla partir mientras sus ojos se negaban a ver con claridad, turbios con el sabor amargo de las lágrimas…
Salinas gotitas se derramaron cobre la foto, volviendo a la realidad las restregó con la manga del buzo que llevaba puesto, a su lado, la silueta inmutable seguía observándole caprichosamente, dispuesta a decir el comentario acertado en el momento más hiriente… Ese momento parecía haber llegado…
- ¿La extrañas…?
- A veces…
- ¿Qué harías si pudieras volver a tenerla a tu lado?
Por fin ella tuvo toda su atención, sus ojos colorados de llorar la miraron fijamente… ¿La posibilidad de tenerla nuevamente? Soñó con ello tantas veces, tantos años, de tantas maneras… y sin embargo no parecía una broma… ¿Realmente existía una posibilidad, por pequeña que fuera, de tenerla a su lado una vez más?
- ¿Quieres decir…?
- Si, puedo hacerlo…
- ¿Cual es el precio…?
- Tú prometida, ella no va a esperarte, no tienes ninguna garantía que esta vez funcione… solo es una nueva oportunidad… pero solo puedes dársela a una de ellas… Tienes que elegir…
El muchacho miró por última vez la foto, la rompió en pedazos y la arrojó a la basura
- Sin importar cuánto la halla amado, ella no merece una segunda oportunidad más que la persona que ahora me quiere… ¿Y sabes algo? Yo también la quiero… Lucharé por ella de aquí en más…
Esa fue la última noche que la sombra de la tristeza, con el rostro de su vieja amada, se presento ante él…

Kevin Heves Maranetto Vranich

16/03/2013