martes, 18 de octubre de 2011

La visión





Era la noche perfecta, el viento aullaba afuera con silbidos fantasmales y las gotas de espesa lluvia producían un ruido sordo en el techo del piso superior, las hojas de madera que debían proteger las ventanas estaban mal cerradas y golpeaban con un estrépito escalofriante, no podrían haber escogido mejor momento para explorar la viaja casa embrujada, y como tantos antes que ellos habían entrado por un escurridizo pasadizo que se ocultaba en un deposito exterior y que salía en el piso de la alacena en la cocina. Quien lo hubiera construido o con qué fin era un misterio…
Las chicas temblaban un poco por el frío dado que las primeras gotas de lluvia que los habían alcanzado habían sido suficientes para empapar sus ropas, y otro poco porque aquello era espeluznante, y algo avergonzadas para colgarse del cuello de los dos muchachas habían optado por confortarse entre sí completamente atemorizadas.
Ellos por otra parte no se preocupaban demasiado, si la idea era explorar la casa no tardarían en separarse y ellas acabarían enredadas amorosamente en sus brazos, tal y como llevaban mes y medio planeándolo. Aunque ahora, estando allí y sintiendo esa espectral sensación de que alguien te observa el plan original de separarse parecía menos alentador que en un comienzo…
Cristian que era un poco más valiente que Matías fue quien lo sugirió y las chicas exclamaron horrorizadas lo mala que le parecía aquella idea, aunque en su interior les parecía terriblemente romántico. Era demasiado tétrico todo como para fantasear como niñas.
Matías juntó valor de donde no tenía y sugirió que ambos chicos tomaran caminos diferentes, y que ellas si tenían miedo se quedaran allí a esperarlos, por supuesto cuando empezó a caminar rumbo al segundo piso por la desvencijada escalera ya tenía planeado volverse a mitad de camino si su plan no funcionaba, Cristian que había entendido la indirecta hizo lo propio dirigiéndose al tétrico comedor rumbo al pasillo que uniría ese recinto con quien sabe que otro. Las muchachas no fueron tan listas como para captar lo que había sucedido, pero no eran tan tontas como para quedarse ambas indefensas allí, y sobre todo, porque ellos habían traído linternas y ellas no, en menos de lo que tardó en cantar un grillo cada una había salido corriendo en una dirección diferente y no habían parado hasta quedar al lado de uno de los chicos. Ellos no pudieron evitar una picara sonrisa sin siquiera atreverse a mirarlas por delatar sus emociones
Tardaron un minuto extra en darse cuenta que algo no había salido como lo habían planeado, Leticia estaba segura de haber corrido en dirección a Cristian y Lina en la dirección tomada por Mati, y no necesitaron explicaciones para ver en la cara de ellos la misma expresión de sorpresa. Pero no se les ocurría ninguna excusa para volver a encontrarse y “cambiar parejas” hubiera quedado todo en una terrible evidencia y ese no era el plan original…
Quien diría, nada saldría como en el plan original….
Así que Leticia se encontró con Mati en el segundo piso algo decepcionada y cabizbaja, anhelando estar con Cristian, y por debajo de ella Lina sufría la misma angustia por no tener a Mati a su lado. Sin embargo el chiflar del viento como un aullido gutural entre las rendijas abiertas de la vieja casa no tardó demasiado en distraerlas de sus cavilaciones internas, y al igual que los muchachos alertaron a todos sus sentidos aguzándolos en su máxima expresión, observando hasta el mas ínfimo detalle de cuanto les rodeaba, un desagradable escalofrío les indicaba que algo parecía asecharle desde algún rincón oscuro…
Cuando el grito de Leticia llegó a la planta baja Lina se lanzó inesperadamente a los brazos de Cristian quien la recibió sin chistar entre ellos. La sentía vibrar de miedo acurrucada en su pecho, compartiendo la tibia experiencia de ese inesperado abrazo que reavivó muy viejos recuerdos, de dos niños pequeños que en medios de juegos infantiles se daban un beso.
Cristian cuando Lina se apartó de él se aseguró de que el haz de luz de la linterna alumbrara lo más lejos posible para evitar que mostrara el rubor que había impregnado sus megillas, ella por su parte lo agradeció silenciosamente evitando demostrar su propio nerviosismo.
Ni un solo sonido adicional reveló que podría haber pasado, ella pregunto si estarían bien, el sin ninguna seguridad afirmó que si, que Mati estaba con ella, que seguramente se hubiera asustado con alguna rata, o una araña o algo parecido. Sin embargo que la casa se hubiese quedado en absoluto silencio de pronto calaba sus huesos más que el frío.
Fue la mano del chico la que busco la de la chica o al revés es difícil asegurarlo, pero los dedos se entrelazaron ágilmente como si hubieran estado destinados a ello desde el momento que habían nacido.
Con paso inseguro avanzaron a la siguiente habitación, deseando en todo momento regresar sobre sus pasos y salir de allí, pero en el fondo de sus corazones comenzó a invadirlos una tibieza que tomaba fuerza por sobre su temor, y el temor de la mano que asía fuertemente la suya les daba una extraña seguridad que no podían definir.
Recorrieron dos salas más, inmutables, hasta que la linterna dejo ver una puerta semicubierta por telarañas, algo los llamaba de allí dentro, los atraía como lo hace la miel a las abejas. Fue Lina, quien juntando valor, o quizás ante la evidencia que su compañero tenía ambas manos ocupadas, una en la linterna y la otra en su mano, tomo el picaporte y lo giró, deseando en parte que se hallara trancada con llave para no descubrir que hubiera al otro lado, sin embargo con un chirrido la puerta se movió sobre sus goznes y dejo a la vista los desvencijados escalones que descendían al sótano
De todas las cosas que hubieran podido hallarse tras aquella puerta esta había resultado la mas perturbadora, todos los rumores de cuantos antes que ellos habían indagado en las abandonadas salas de aquel embrujado lugar siempre habían omitido hacer mención al sótano, todos sabían que existía pero nadie se había jactado jamás de haberlo hallado. ¿Serían ellos lo primero o aquel sitio escondería algo inmencionable?
Se miraron a los ojos, buscaban solamente la respuesta mutua de si avanzarían o regresarían pero en esas miradas hallaron tantas otras cosas inexplicables que el tiempo pareció detenerse unos segundos. Él algo inquieto, tratando de regresar sus pensamientos a Leticia murmuro que debían seguir, ella asintió apartando la vista inquieta y juntos descendieron por los escalones, cuidando que la podrida madera no cediera bajo sus pies.
Al llegar abajo el olor a humedad que impregnaba el aire hacia dificultoso respirar, el ambiente se hallaba extrañamente caldeado y frío a una misma vez, no era demasiado espacioso, la luz de la linterna identificó lo que pudiera haber sido una vieja caldera que aclimataría en otros tiempos la estancia, unas alacenas donde se guardarían las provisiones y además de varios trastos insignificantes hallábase en una pared al fondo dibujada una puerta en la pared
La contemplaron incrédulos, parecía haberse realizado con un trozo de carbón sobre la pedregosa y antigua pared, y si bien varias manchas de moho y otras cosas desdibujaban otras superficies el contorno de la imaginaria puerta relucía de manera pulcra.
Sería el instinto o quizás el destino el que guío sus pasos en esa dirección, no sin tropezar con alguna de las viejas pertenencias de la casa por el camino. Cristian no pudo evitar soltar la mano de Lina y posarla sobre el dibujo, la piedra, irregularmente tibia, tomo un extraño color brillante a sus ojos, y ambos retrocedieron asustados, tropezando con un raido tapete y cayendo estrepitosamente sobre otras cosas que abundaban en el suelo, quedaron allí, uno junto al otro completamente petrificados mirando lo que había sido un dibujo y ahora era una latente y brillante puerta en la pared. Ambos supieron que si hubieran dicho alguna vez que les había sucedido allí dentro le creerían completamente locos y la razón por la que nadie había revelado estar en ese sótano comenzó a resultar obvia para ellos. Sin embargo, estaban aún muy lejos de la verdad.
 Lina sintió un miedo que la hacía temblar como nunca antes en su vida, pero a su vez sentía una valentía que nacía desde su corazón, e impulsada por un verdadero instinto ciego se levanto aprisa, sin escuchar a Cristian que trató de detenerla y giró el picaporte abriendo la “extraña” puerta de par en par…
Entre ellos y el otro lado había una cortina de aire, como si de cristal se tratase no les permitía traspasar ese punto, allí, al otro lado, una habitación de su infancia mostraba dos niños, ellos mismos, en su inocente ternura dándose el primer beso de sus vidas. Estaban tan absortos y contrariados por lo que observaban que esta vez ni siquiera sintieron vergüenza. 
La luz de esa otra habitación se oscureció como si una neblina la cubriera todo y los mostro a ellos mismos, unos años atrás el día que, empujados por sus sentimientos se habían puesto de novios, y de la misma manera que la anterior una sombra cubrió todo mostrándoles la escena del día que, disgustados, habían terminado esa relación. Esta vez dos sombras con forma humana pero irreconocible se metieron entre los chicos de la visión apartándolos el uno del otro, enredándose entre sus brazos, cobrando casi la forma de sus amigos Matías y Leticia.
Quedaron petrificados cuando sus reflejos en la visión se esfumaron dejando la sombra de sus amigos en esa otra habitación que le observaban directamente, lo que sucedió después los chicos nunca lo recordaron claramente
Las sombras se dirigieron hacia ellos, que aterrorizados trataron de retroceder, estaban seguros que las sombras salieron por la puerta arrojándose sobre ellos, un resplandor extraño, una oscuridad que lo cubrió absolutamente todo y luego otra luz… y los gritos desesperados de Leticia y Matías gritándole a sus oídos que reaccionaran…
Cristian abrió los ojos primeros y vio a Leticia tratando de hacerle recuperar el conocimiento, Matías un poco más allá estaba imitándola tratando de despertar a Lina, unos segundos después reconoció tras ellos la casona abandonada, estaban afuera, junto a la entrada principal ¿Como diablos habían llegado allí?
Leticia lo beso y a través del cabello de ella, mientras respondía su efusiva muestra de cariño notó que Lina lo miraba mientras Matías también reaccionando de la misma manera se alegraba que ella estuviera bien.

o-o-o-o-o-o-o-o-o

Habían pasado tres años cuando Lina junto a Matías contemplaban a sus amigos entregarse los votos eternos, Dos meses después Cristian, junto a Leticia los observaba a ellos besarse por primera ves como esposos.
A la semana los preparativos para festejar ambas lunas de miel estaban listos, abordaron en hora el vuelo que los llevaría a las vacaciones de su vida, al momento que mucho tiempo habían esperado…
Lina se levantó para ir al lavado, Cristian se levanto tras ella excusándose en ir a buscar a la azafata, Leticia intercambio una mirada preocupada a Matías quien se encogió de hombros y susurro
-“No te preocupes, ya es tarde”

o-o-o-o-o-o-o-o-o

Ella no entro al lavado, y él nunca buscó a la azafata, acurrucados en un apartado se miraron intensamente, sin saber que decirse, confundidos, temerosos, sintiendo en sus corazones que habían cometido el peor error de su vida, sin embargo no sabían cómo ponerlo en palabras…
Fue apenas una sacudida del avión la que lo arrojó sobre ella, él ni siquiera se disculpo mientras sentía los frágiles brazos femeninos rodeando su talle, la cabeza de la joven se apoyo en su pecho y se largó a llorar, él quedó paralizado…
-Te amo (dijo ella)
-Yo también te amo (respondió el)

o-o-o-o-o-o-o-o-o

Entre los restos carbonizados del aparato alguien encontró sus cuerpos enredados entre sí, fundidos en un abrazo que había trasgredido la muerte, el rescatista observándolos impávido se preguntó curioso, desde lo hondo de su corazón, si se habrían despedido con un beso en el último momento, o nunca llegaron a hacerlo, y en su sincera humanidad, deseó que lo hubieran logrado…


Kevin Heves Maranetto Vranich

28/10/2011-18/10/2011

lunes, 3 de octubre de 2011

Simón




Simón iba por la calle con paso ligero, pensando en sus propias cosas, no estaba muy claro que era lo que iba pensando, tanto podía ser que le faltaba para la cena de aquella noche, en la rubia bonita que acababa de cruzar a su lado o que quizás estaba llegando tarde a alguna parte, esto último porque había mirado con el rabillo del ojo el reloj que tenía en la muñeca.
El era Simón, no era demasiado alto pero rondaba el metro ochenta, sus ojos no tenían nada de particular y eran de un marrón oscuro, no era un hombre demasiado bien parecido pero no era una persona fea, y compensaba los defectos que sabía tener con una charla cautivante, su vos, un poco gruesa, gustaba a las damas. Y si bien no siempre obtenía lo que quería de ellas, podía sentirse satisfecho de haber doblegado la voluntad de muchas.
Aminoró el paso un trecho, en frente suyo una morena con una bonita figura daba gusto ser observada y Simón no era hombre que negara la oportunidad de distender sus ojos en una bella señorita que exhibía los atributos con los que había llegado al mundo, y si no había llegado con ellos, al menos había sabido cultivar cada uno en su correcto sitio.
Como no era hombre atrevido tampoco demoró demasiado su caminata a medio ritmo y terminó por pasar a la dama regalándole una de sus sonrisas, la misma que le dirigió a la jovencita que de frente traía una cara algo divertida como si hubiera estado atenta a lo que pasaba frente a ella, a Simón eso no le molestaba, que una mujer le observara mirando a otra era una señal indiscutible de que él estaba “libre” y eso no tenía nada de malo
En la esquina de aquella ciudad, ni muy grande ni muy pequeña, casi choca con un caballero, al cual no tuvo más remedio que susurrar unas disculpas, Simón no se caracterizaba por ser un hombre maleducado, pero tampoco era un caballero con todas las letras, más bien usaba estas cosas para salir del paso y seguir su camino, puesto que llegaba tarde a algún sitio, seguramente, eso solo lo sabía Simón.
Cuando paso frente a la vitrina de lencería no pudo evitar detenerse un modesto instante, seguramente por su cabeza pasaban aquellas prendas a pertenecer a alguna de las mujeres que había poseído en sus brazos y desnudado con sus hábiles manos, aunque quisiera le hubiera sido imposible determinar cuántas fueron en realidad, muchas habían sido mujeres de una noche, estaba seguro de jamás haber conocido el nombre de alguna, había tenido novias y parejas y hasta se había casado una vez con una buena mujer, había tenido un hijo con ella que iba a ver varias veces a la semana y compartía buenas tardes los domingos o sábados. Y en él pensaba posiblemente cuando pasó frente a un escaparate que mostraba algunos juguetes para chicos…
Cualquiera que hubiera visto esa sonrisa producida en sus labios hubiera adivinado que creía que su pequeño niño ya no era tan niño, no tardaría en tener que hacerle otros tipos de regalos menos infantiles y comenzar a tratarlo como el hombrecito que pronto sería. Si, seguramente en eso divagaban sus pensamientos cuando llegó a la plaza, y contra todo pronóstico se sentó en uno de los bancos, mirando nuevamente la hora, cruzó las pernas y aguardó.
¿Qué aguardaba? A lo mejor ni Simón lo sabía, lo que si sabía es que desde ese ángulo puntual tenía una excelente vista de las damas que iban y venían por la calle principal de la ciudad, y que en esa tarde cálida de primavera las jóvenes aprovechaban a presumir los atributos que como ya habíamos dicho, habían sido consagradas en esta vida.
A la derecha de Simón había una pareja de adolescentes impregnados de primaverales pasiones, así como el recordaba las propias en su adolescencia, entregados en unos abrazos efusivos, en promesas de amores eternos, aunque el no estaba seguro de haberlas hecho sabía que las había recibido de Julia, su primer novia. Tenía buenos recuerdos de ella, sabía que había sido el primer hombre para esa mujer y eso las deja marcadas siempre. Lo sabía porque cuando la saludaba acompañado de su marido y sus dos hijos esos ojitos azules que en su juventud lo habían cautivado le recordaban a gritos que no había olvidado aquella temerosa primera vez.
Simón dejo volar un poco sus pensamientos, escuchó el cantar de algunas aves en las palmeras, tras el chisporroteaba el sonido del agua de una fuente, las palomas metían un poco de alboroto al ser corridas por algún niño, seguido del posterior regaño de la madre.
Frente a el pasó una de tantas jovencitas que atraían su mirada, algo joven para su gusto es verdad, la muchacha apenas pisaría los veinte años y el ya tenía bien puestos sus treinta y cinco. De tez ligeramente más oscura a lo normal, no tenía mucha belleza que se pudiera destacar pero tenía algo que llamaba la atención en su forma casi infantil de desenvolverse con sus compañeras. Iba como todas mostrando los regalos que la naturaleza le había obsequiado y Simón dejo a sus ojos recorrer cada contorno de la figura sin vergüenza alguna, lo que una mujer dejaba al descubierto sin duda era para ser observado, así que Simón la miraba sin recelos…
Eso fue hasta que la muchacha pareció adivinarle los pensamientos y le regresó una mirada muy poco discreta con el claro menaje de “atrevido” escrito en ella, al mismo tiempo aprovechó a menear su cuerpo exhibiéndolo en toda su plenitud. Claro, Simón también vio como comentaba el atrevimiento que el había tenido a sus dos acompañantes las cuales le dirigieron ofensivas miradas como si se tratase de un depravado sexual, no pudo evitar que le entrara un leve exceso de cólera, odiaba a ese tipo de mujeres que querían hacerse las recatadas cuando eran poco más que mujerzuelas, así a simón se le revolvió el estomago, recordó que debía mirar la hora y tras comprobar que aparentemente se le había hecho tarde se levantó del banco y regresó por donde había venido, casualmente pudo distinguir a lo lejos a las chicas cruzándose con un muchacho que no tendría mucha más edad que ellas y le dirigieron, Simón adivinó, la misma mirada insultante que a él, puesto que estaban de espaldas y a duras penas distinguió el gesto del muchacho tratando de no mirar en su dirección…
Simón seguía su camino pensando en sus cosas, tratando de que sus ojos no se desviaran sin disimulo a la otras figuras que la acera ofrecía para su deleite, cuando pasó junto al joven que las chicas habían desairado…
Fue como una sacudida en el interior de Simón, como si hubiera pasado junto a alguien que conociera y estuviera muerto, o al lado de la misma muerte, un escalofrío que heló la sangre dentro de sus venas.
Continúo caminando por supuesto, no se caracterizaba por ser un tipo cobarde, pero todos los pensamientos del pálido rostro de Simón estaban ahora concentrados en eso que había pasado a su lado, ese joven que apenas habría avanzado en los veinte años, pero no era su aspecto, su ropa, o su forma de caminar lo que le había producido ese entumecimiento a su corazón, era la fría y helada mirada sin vida que despedían sus ojos tristes. La mirada que, imaginó Simón, tendría un muerto vivo…
Por primera vez quien sabe en cuántos años no pudo pensar en otra cosa y se descubrió a si mismo detenido en mitad de la vereda reflexionando lo que acababa de ocurrir, y más intrigado aun se vio a si mismo regresando sobre sus pasos tratando de alcanzar al joven que había cruzado escasos minutos antes…
¿Qué pensaría la gente que veía a Simón avanzar dando largas zancadas por las aceras como si su vida dependiera de ello? Es indudable que miraban su expresión sombría con un dejo de extrañeza, la prisa de sus pasos parecían las propias de quien acude al lecho de un moribundo y desea llegar antes de que este exhale su último suspiro, le abrían paso y quien no lo hacía Simón, haciendo muestra de su escasa caballerosidad lo hacía a un lado, al final divisó al joven que caminaba con andar calmo, mano en los bolsillos y sin mirar nada en absoluto mas allá de sí mismo, la mano de Simón se puso sobre su hombro y el muchacho extremadamente sorprendido se giró mirando al robusto hombre que lo sostenía, no atinó a decir nada, y a Simón se le atoraron las palabras en la garganta…
¿Qué hacía allí? ¿Por qué se había regresado? ¿Con que fin había detenido a este chico? ¿Que pretendía preguntarle? ¿Le interesaba la respuesta? ¿Por qué ese perfecto desconocido había causado tan extraño comportamiento en él? ¿Qué haría ahora? ¿Se animaría a hacerle esa pregunta? ¿Cuál era la pregunta que pensaba hacerle? ¿Por qué se estaba cuestionando estas cosas?
Lo cierto es que el pobre Simón estaba completamente perplejo, la mirada de él se había clavado en sus ojos y allí estaba, esa mirada fría, glacial, esa mirada que congela la sangre dentro de las venas, esa mirada triste que irradia desesperanza, una mirada donde alguien ha quitado el brillo de la esperanza y el brillo de la propia vida, como si detrás de la ventana que esos ojos eran de la persona, el alma se hallara ausente, al final preguntó:
-Chico, porque tu mirada esta tan vacía y hay en ella tal desanimo por la vida que la transmites si se te mira  a los ojos
La expresión seria del muchacho, inquieta y eventualmente incomoda pareció relajarse, en sus labios, antes de brotar una respuesta pareció aflorar un dejo de sonrisa, tan sutil, tan similar a  una mueca que Simón no estuvo seguro de si había visto bien o no, aquel joven parecía incapaz de saber sonreír
-Hace tiempo amé de verdad a una jovencita, como lo era todo para mí no sabía cómo demostrárselo, así que le regale mi alma y mi corazón por completo. Cuando me dejó, hace ya cosa de un año, se llevó sin saberlo todo cuanto le había entregado, lo que ves que soy es una cascara vacía, y lo que te asusta en mi mirada es una media vida incompleta, la esencia misma de un cuerpo que ya no tiene un alma en su interior, quizás, uno de los últimos hombres que en esta tierra supieron amar, y quizás, uno que no pueda hacerlo de nuevo…
Simón no está muy seguro que sucedió después, lo cierto es que el muchacho en algún momento se marchó y el estaba aun allí boquiabierto, con la mano extendida sobre un hombro que ya no estaba allí, es seguro que Simón si llegaba tarde a algún sitio no llegó, si debía comprar alguna cosa para la cena de esa noche no la compró, y tampoco cenó. Lo cierto es que Simón estaba en su cuarto, antes de dormir, rodeado por los brazos de una mujer y seguía pensando en lo que esa tarde le había ocurrido, preguntándose quién sería ese chico, si volvería a cruzarlo para volver a preguntarle al respecto, quien habría sido la chica que había herido su corazón con tan filosa arma que a un año de aquel momento el siguiera sintiendo mortalmente la perdida…
El corazón de Simón pareció ofrecerle esta respuesta, aquella jovenzuela que se había cruzado el muchacho en la distancia, aquella que el mismo había mirado con cierto interés en la banca de la plaza, no sabía porqué pero algo en su interior le decía que esa joven era la causante de que quizás ese muchacho nunca volviera a amar a otra persona… y si ese era el precio de haber amado, quizás el mismo nunca amara a nadie tampoco…
Esa noche de primavera, en los brazos de una mujer como tantas otras simón cerró sus ojos y se dispuso a dormir sin reflexionar más sobre el asunto, pensando que al día siguiente lo habría olvidado todo… Sin embargo el pobre Simón nunca pudo olvidar aquella mirada fría de un ser sin alma, viviendo una media vida culpa de un desamor…

Kevin Heves Maranetto Vranich

03/10/2011