miércoles, 24 de febrero de 2021

Memorias

 


-Quiero olvidar…

Joven, hermosa, de ojos azules y profundos, sus facciones perfectas y una cabellera que caía en dos trenzas hasta por debajo de la cintura, todo en sus formas denotaba perfección, su modo de vestir, de hablar… de sentir…

El sujeto que la miraba a través de sus gafas redondas ya tenía el cabello entrecano y algunas arrugas en el rostro, era bastante más alto, quedaba aun un dejo de ternura en su mirada que, cualquiera que le conociera, insistiría que con su frialdad podría congelar el mismo infierno, pero frente a ella, florecía un lado suyo que nadie más tendría permitido conocer nunca

La amaba como un padre ama una hija y había dado lo mejor de su vida por ella como cualquier padre lo hubiera hecho, sin embargo, claramente, no era su padre. No se parecían en nada, nada en absoluto.

-Pero… ¿Por qué?

Ella bajó la cabeza algo apenada, había rubor en sus mejillas, le hacían ver tan tierna que hubiese podido enamorar al hombre más indomable, el flequillo tapaba parcialmente su cara, pero nada pudo ocultar el desliz de una lagrima que surcó sus mejillas de manera silenciosa, con un gran esfuerzo se estaba conteniendo, aquel silencio le estaba costando toda su fuerza de voluntad, pudo ver que aferraba algo entre sus dedos con fuerza y desesperación, sus manos temblaban…

El, un hombre tan duro, tan experimentado, que había vivido tanto, conocido tanto, logrado tanto, reconocido como un intelecto superior, progenitor de una nueva era, fundador de una industria invaluable, un hombre, que con esfuerzo y buen uso de las oportunidades había logrado posicionarse tan arriba en la sociedad  que podría mirar la humanidad con desdén, apenas, solo apenas un escalón debajo de Dios, si es que dios existía…

Pero no era tan fuerte como para verla llorar, instintivamente la trajo contra sí y la oprimió con tanta fuerza como pudo, tuvo miedo de que se quebrace fácilmente ante su arrebato desesperado por entender, pero tampoco podía contenerse, la oprimía más y más, como la madre que abraza un hijo que exhala el último aliento…

¿Amor? ¿En serio? ¿Esto es el amor?

Para un hombre que no tiene sombra viva ese concepto nunca había tenido sentido, no es que no hubiese conocido una mujer, una distracción, el placer de un momento, pero nunca había tenido hijos, no es que no pudiera, simplemente, no había sucedido. Ninguna mujer jamás le había inspirado el deseo de tener una familia, quizás por eso sentía en ella una hija

Como se podría juzgar a un hombre seudodivino como él, nadie podía entender su manera de pensar, de sentir, si es que sentía, abrazándola a ella… ¿Una hija? Era después de todo parte de él mismo, hecha hasta en el más mínimo detalle con sus propias manos, la cúspide de sus creaciones, única en todo sentido.

Había millones hechos en serie, tan diversos como los humanos, con tantos fines como los imaginables, capaces de razonar, aprender, sentir incluso. Pero solo ella…

Sus ojos se dilataron de asombro, la apartó con desesperación y brusquedad, busco su mirada pero la joven se apartaba una y otra vez, finalmente… se miraron a los ojos, silenciosos, comprendiendo, por primera vez un mundo que le yacía oculto…

-¿Realmente pasó? – pregunto atónito

- Si, por eso… por favor, solo tú puedes… necesito olvidarlo…

De pronto todo tuvo sentido, lo supo siempre, había cruzado la barrera entre lo divino y lo demoniaco, por eso ella era única, cuando comprendió el éxito de su logro su remordimiento no le permitió repetirlo y los secretos de su descubrimiento se irían a la tumba con él, una maquina capas de amar…

-Lo siento – ahora sus ojos se habían anegado en lagrimas- puedo borrar tus memorias, quitar tus recuerdos… incluso – se anudo su garganta – puedes apagarte… pero lo único que está más allá de lo que puedo quitar de tui es lo que te hace llorar y aquello que quieres olvidar, porque nunca logre comprenderlo hasta hoy, porque he perdido mi alma el día que te di una…

 

Kevin Heves Maranetto Vranich

 

24/02/2021