lunes, 11 de octubre de 2021

Caprichosa

 


Él era hombre de manos ásperas, acostumbrado a labrar la tierra y cuidar los animales de su tierra.

No era tan trabajador como su vecino del norte que se levantaba con el canto del gallo y trabajaba aún bajo la luz de la launa. Moreno por trabajar de sol a sol, alto, fornido, musculoso, con tierras extensas y cuidadas, buen samaritano que nunca le había negado una mano a quien la necesitara, hijo de gente de campo, y padre de niños de campo que a su vivo ejemplo le ponían la vida hombro con hombro

Tampoco era tan afortunado como su vecino del sur, la parcela que este había heredado era fértil y generosa en su producción, la cruzaba un rio que proveía de agua a los animales y poseía una vertiente natural y cristalina justo junto a la residencia principal. Su fallecido padre, hombre como los hay pocos, supo aprovechar las oportunidades de la vida, y tuvo muchas, así logro tener un buen capital con el que comprar las mejores herramientas, los mejores animales, las mejores semillas, y el fruto de todo esto le había sido servido en bandeja a su hijo y a los hijos de este quiénes habían contratado personas para que cuidaran lo suyo y disfrutaban los beneficios sin apenas echarle ganas.

El solo era un hombre con ganas de progresar y salir adelante, no envidiaba al vecino del sur aunque le hubiera venido bien su buena fortuna, tampoco pretendía los logros de aquel a su norte porque sabía que no ponía en lo suyo el sano empeño de aquel otro hombre, y por si fuera poco, alguna vez le había prestado ayuda y consejo, mas que un vecino lo sentía un amigo

La vida le había ido robando los años uno a uno, ya no era tan joven como antes, el trabajo duro hacia que los músculos comenzaran a quejarse, por azares del destino la gracia no le había dado hijos que le ayudaran en las tareas y mientras intentaba progresar se aseguraba del al menos mantener todo cuando había logrado con el sudor de aquella arrugada y marchita frente

De las puertas para adentro estaba su mujer, venia de la ciudad y de una familia que no había pasado ninguna necesidad, había sido un duro golpe adaptarse al campo, pero en un arrebato de amor, y de rebeldía, se había casado y ahora enfrentaba esta nueva vida… como podía…

Tenía muchos días buenos en los que salía y disfrutaba el aire puro del amanecer, la brisa tibia del atardecer, la fragancia de las flores del campo, lo comida fresca sobre la mesa, con ese sabor de aquello recién cosechado o aquellas carnes donde apenas había dejad de latir la vida…

Pero tenía muchos d ellos otros días, donde maldecía tener que usar una bomba para obtener el agua en ves de sacarla de un grifo, las luces de las velas que se tambaleaban en ves de prender una llave, tener que usar una cocina a leña en vez de una moderna… y así, algunas veces, la ahogaba una profunda depresión recordando todas aquellas comodidades que había dejado atrás siguiendo un momento de locura en la juventud…

Aquel día el tiempo había amanecido malo pero el hombre de buen humor había querido regalarle un paseo a su mujer, se subieron al vehículo y partieron rumbo al mercado, uno de esos lindos momentos que el procuraba cuando la veía decaída, era su humilde forma, algo tosca, de levantarle los ánimos…

Se le dibujo una sonrisa entre sus gruesos labios cuando la noto entusiasmada al llegar, caminando de puesto en puesto y mirando las cosas con curiosidad y entusiasmo, susurrándole comentarios de cuanta cosa veía en cada tienda…

-Pero mira que tomates mas grandes tienen aquí, y estas zanahorias, que grandes son, y mira estas naranjas si no son enormes… y mira que pinta tiene esta libre en escabeche… y estas carnes saladas, y mira, mira aquí, estos chorizos secos que buenos se ven…

El caminaba atrás, sonreía sin tanto entusiasmo ya, en casa también había tomates, mas pequeños pero mas sabrosos, estaba seguro, sus zanahorias no crecían tanto porque el las juntaba mas pequeñas para que fueran mas tiernas, sus naranjales daban naranjas más pequeñas, pero dulces y sin semillas, en su depósito había escabeche de liebre y perdiz, y solía decir que no le gustaba el sabor avinagrado, el también salaba carnes y embutía chorizos para secar… y sabían bien… pero todo, para ella, en aquel mercado era mejor que lo que tenía en casa…

La mujer se fue perdiendo entre las personas y el mirando alrededor, a los tenderos y transeúntes comenzó a preguntarse si aquellas personas, para ella, también serían mejor que lo que tenía en casa…

Al atardecer volvieron por donde habían venido, allí traía ella entusiasmada sus tomates, sus naranjas, sus zanahorias y escabeches, su carne salada y su chorizo seco… el volvió con la cartera mas vacía gastando el poco dinero que tenia en cosas que ya poseían, pero había comprado un poco de buen humor para ella…

Al final se comió los tomates con gusto a nada, las naranjas insípidas, las zanahorias duras y las demás cosas que como no estaban tan buenas quedaron en un estante para ponerse malas… y mientras compro la felicidad de aquella caprichosa mujer… vendió la suya… sin darse cuenta siquiera…

 

Kevin Heves Maranetto Vranich

 

11/10/2021

domingo, 15 de agosto de 2021

Fragmentos

 


Les contaré la historia de un hombre, cuyo nombre, no importa mucho en realidad.

Sus inicios fueron complicados, infancia difícil, por lo menos a través de sus propios ojos, adolescencia solitaria llena de caprichos del destino, quiso, al final de ella, regalarle su primer amor.

Su vida gris de pronto se llenó de colores, aunque aquello demasiado no duró, y fue abandonado con un puñal clavado en lo más profundo de su corazón, quienes supieron hablar con el, saben que en sus ojos oscuros de triste mirada, se veía reflejada la terrible desesperación, de quien habiendo amado tanto le cambiaron por una simple tentación…

Lo gracioso del asunto a contar, es que cuando lo pudo volver a intentar, se llevaron media década de su vida, algunas pocas alegrías, y le dejaron toda entera la vacuidad.

No es que sepa bien como fue lo que pasó, aquella mujer, que más parecía una muñeca, aprisionó los desvelos de su alma tan herida, y fue un sedante a la agonía de quien ha perdido toda esperanza, pero cuando la desgracia te alcanza nunca encentras forma de escapar, y cuando aquel idilio realmente se comenzaba a solidificar, la presencia de un tercero derrumbo todo con el halito de un solo suspiro.

En sus treinta estaba entonces, cuando una noche regreso demasiado temprano, y encontró aquel lecho revuelto, en el dos cuerpos, y en el ambiente sombrío, el aroma tan conocido del lugar que se hizo el amor.

Doblado por la angustia termino todo aquello, y si algo en su vida fue bello, se marchito como lo haría una flor al sol…

No se confunda si lo que escucha le suena a rima, si hay en las líneas un toque de humor, que mejor manera de atenuar cuando en la tinta hay tantas lágrimas, sangre y dolor….

Finalmente, como un pájaro herido que rompe su jaula y emprende el vuelo, su sueño emprendió el viaje a lo imposible, y un ave de plumas morenas llego a su encuentro desde el otro extremo del continente, y se fundieron en un abrazo tan profundo, que se hizo difícil determinar donde terminaba el uno y donde comenzaba el otro…

Yo, que con estos ojos míos vi aquella escena, puedo asegurarles que ese hombre revivió en un segundo la esperanza del amor, la razones, no las sabremos nunca, quizás fuera el destino, quizás un capricho divino, pero lo cierto es que en cada fibra de su ser despertó algo que él creía, más que dormido, muerto para siempre… sin embargo… aquello no podría durar…

El fuego que es tan ardiente arrasa con todo a su paso, y el calor de su sentir salvaje abrazaba todo a su alrededor, no es que no hubieran días buenos, de amistad, de complicidad, de sonrisas y picardías, de esperanzas en la vida, de planes y sueños de futuro… pero esos días eran cortos, y se alternaban con largas noches invernales, en que sus pieles tan cálidas no lograban calentarse, y aunque los separara la distancia de un abrazo se abría entre ellos el abismo de un recelo, y estando tan cerca, estaban tan lejos…

Ella era una chica fuerte, solo que no lo sabía, el era un hombre débil, y no lo sabía ella.

Y parece que el único que sabía que su futuro dependía solamente de ellos era yo, el era un pobre hombre camino a la mitad de su vida, cuyas tristezas y alegrías le habían terminado forjando techo, abrigo y comida. Pero era un hombre roto, un hombre de cristal, al cual habían golpeado una y otra vez y la divina providencia había una y otra vez vuelto a reparar… pero cada vez más fragmentos se extraviaban, cada vez quedaba menos de él, se convirtió en grietas de su propia existencia…

Un día, justo a mediados de agosto, se dio cuenta que ya no había nada que pudiera reparar su esencia, el más leve rasguño, la más sutil marca o el mas insensible de los golpes lo destruirían por completo y ya no quedaría nada de él si no piezas que deberían ser barridas y botadas como basura…

Y antes que eso pase y no haya nada que contar, quise escribir sobre él, un hombre, cuyo nombre, no importa demasiado en realidad…

 

Kevin Heves Maranetto Vranich

15/08/2021

 

 

lunes, 1 de marzo de 2021

Celos


 

-Lo siento…

Había lágrimas en sus ojos azules que recorrían suavemente la dulzura de su rostro para morir en la comisura de sus labios finos de un alegre carmesí

Lo sentía, con todo su corazón, como un punzante y agudo dolor que atraviesa el pecho y anuda el aliento en la garganta, apenas podía respirar, la agitación había ruborizado sus mejillas pálidas, le temblaban las manos, allí, arrodilladla frente a él, estiro sus dedos y acaricio la mejilla del joven, que con un gran esfuerzo, sonrió

-Sí, lo sé…

Aún había vida en su mirada, destello de sueños e ilusiones, sus ojos oscuros parecían columpiarse en la misma línea que separa el cielo del infierno. Era un buen muchacho aunque no fuera especial en algo específico, ni demasiado fuerte ni demasiado débil, ni hermoso ni feo, no era gordo o flaco, era tan simplemente común y normal, que era encantador, para ella lo era, y lo amaba con injustificada devoción…

Se sentía cansado como nunca antes, recostó su espalda en lo ancho de la pared y alzo el rostro al cielo, justo junto a la rubia cabellera de ella, las nubes de deslizaban con una pereza impresionante frente al celeste cielo celeste de primavera, sin embargo en aquel lugar apartado no había brisa, le hubiera gustado un poco, para que jugara con esos rizos dorados, hubiera sido hermoso…

Ella se deshizo en lagrimas, no podía contener el llanto, aunque no quería que él la viera triste, abatida, detestaba pensar, así fuera un solo momento, que el cambiar su forma de pensar de ella, que se volverá rencor fruto de su arrepentimiento, que la odiara…

Y esa idea cobro fuerza, como lo cobra una tormenta en el mar agitando las olas, cubriendo el firmamento, y arrasando todo a su paso, mientras la inocencia de aquellos sentimientos eran una embarcación a la deriva en aquel agitado mar

¿Qué sucedería después? El temor corrió por su sangre como un veneno, la hizo hervir y perder el sentido común, su juicio se fue perdiendo, su inocencia también…

Lo amaba hacia tanto, llevaban tan poco saliendo, verlo con alguien mas había sido un golpe demasiado duro para su corazón, debía haber una explicación, sabía que debía haberla, pero sentir que le arrebataban algo suyo cuando finalmente después de sufrir tantas noches en solitario lo había conseguido fue demasiado, la cordura se hizo a un lado, concreto una cita en aquel lugar apartado, caminaron unos minutos, llegaron a donde ahora se encontraban, lejos de tantas miradas curiosas, donde tantos enamorados buscaban su privacidad, se giró hacia él con los ojos turbios, y le pregunto, sin pensarlo bien, quien era ella…

Para cuando el respondió ya estaba sentado con su espalda contra la pared y ella llorando frente a él, su prima había venido de visita a la ciudad y le estaba mostrando los lugares mas interesantes, al decirlo él sonrió, ella se había puesto celosa, le causó dulzura, la amaba y no tenía más ojos que para ella, es una chica tonta, así la quiere él…

Pero ella tiene miedo, miedo que el deje de quererla, que después de esto todo cambie, que nada pueda seguir igual, que ya no confié en ella, que se aparte, se aleje de ella, que no vuelva a verla, que… tenga miedo… eso no podía permitirlo, no podía darse el lujo de que el le tuviera miedo y dejara de amarla… no permitiría jamás que eso pasara…

Apretó con fuerza el puñal que no había podido soltar desde el momento que atravesó con el la piel ardiente de su enamorado, la sangre ya había empapado su ropa, pero la herida no era mortal, esa herida no, pero el miedo de que el le temiera si…

Solo fue un movimiento para retirarlo, y su siguiente estocada atravesó el corazón de su enamorado, sus ojos se apagaron rápidamente, sin sentir miedo, sin sentir odio, aun con amor en ellos…

 

Kevin Heves Maranetto Vranich

 

01/03/2021

miércoles, 24 de febrero de 2021

Memorias

 


-Quiero olvidar…

Joven, hermosa, de ojos azules y profundos, sus facciones perfectas y una cabellera que caía en dos trenzas hasta por debajo de la cintura, todo en sus formas denotaba perfección, su modo de vestir, de hablar… de sentir…

El sujeto que la miraba a través de sus gafas redondas ya tenía el cabello entrecano y algunas arrugas en el rostro, era bastante más alto, quedaba aun un dejo de ternura en su mirada que, cualquiera que le conociera, insistiría que con su frialdad podría congelar el mismo infierno, pero frente a ella, florecía un lado suyo que nadie más tendría permitido conocer nunca

La amaba como un padre ama una hija y había dado lo mejor de su vida por ella como cualquier padre lo hubiera hecho, sin embargo, claramente, no era su padre. No se parecían en nada, nada en absoluto.

-Pero… ¿Por qué?

Ella bajó la cabeza algo apenada, había rubor en sus mejillas, le hacían ver tan tierna que hubiese podido enamorar al hombre más indomable, el flequillo tapaba parcialmente su cara, pero nada pudo ocultar el desliz de una lagrima que surcó sus mejillas de manera silenciosa, con un gran esfuerzo se estaba conteniendo, aquel silencio le estaba costando toda su fuerza de voluntad, pudo ver que aferraba algo entre sus dedos con fuerza y desesperación, sus manos temblaban…

El, un hombre tan duro, tan experimentado, que había vivido tanto, conocido tanto, logrado tanto, reconocido como un intelecto superior, progenitor de una nueva era, fundador de una industria invaluable, un hombre, que con esfuerzo y buen uso de las oportunidades había logrado posicionarse tan arriba en la sociedad  que podría mirar la humanidad con desdén, apenas, solo apenas un escalón debajo de Dios, si es que dios existía…

Pero no era tan fuerte como para verla llorar, instintivamente la trajo contra sí y la oprimió con tanta fuerza como pudo, tuvo miedo de que se quebrace fácilmente ante su arrebato desesperado por entender, pero tampoco podía contenerse, la oprimía más y más, como la madre que abraza un hijo que exhala el último aliento…

¿Amor? ¿En serio? ¿Esto es el amor?

Para un hombre que no tiene sombra viva ese concepto nunca había tenido sentido, no es que no hubiese conocido una mujer, una distracción, el placer de un momento, pero nunca había tenido hijos, no es que no pudiera, simplemente, no había sucedido. Ninguna mujer jamás le había inspirado el deseo de tener una familia, quizás por eso sentía en ella una hija

Como se podría juzgar a un hombre seudodivino como él, nadie podía entender su manera de pensar, de sentir, si es que sentía, abrazándola a ella… ¿Una hija? Era después de todo parte de él mismo, hecha hasta en el más mínimo detalle con sus propias manos, la cúspide de sus creaciones, única en todo sentido.

Había millones hechos en serie, tan diversos como los humanos, con tantos fines como los imaginables, capaces de razonar, aprender, sentir incluso. Pero solo ella…

Sus ojos se dilataron de asombro, la apartó con desesperación y brusquedad, busco su mirada pero la joven se apartaba una y otra vez, finalmente… se miraron a los ojos, silenciosos, comprendiendo, por primera vez un mundo que le yacía oculto…

-¿Realmente pasó? – pregunto atónito

- Si, por eso… por favor, solo tú puedes… necesito olvidarlo…

De pronto todo tuvo sentido, lo supo siempre, había cruzado la barrera entre lo divino y lo demoniaco, por eso ella era única, cuando comprendió el éxito de su logro su remordimiento no le permitió repetirlo y los secretos de su descubrimiento se irían a la tumba con él, una maquina capas de amar…

-Lo siento – ahora sus ojos se habían anegado en lagrimas- puedo borrar tus memorias, quitar tus recuerdos… incluso – se anudo su garganta – puedes apagarte… pero lo único que está más allá de lo que puedo quitar de tui es lo que te hace llorar y aquello que quieres olvidar, porque nunca logre comprenderlo hasta hoy, porque he perdido mi alma el día que te di una…

 

Kevin Heves Maranetto Vranich

 

24/02/2021