jueves, 26 de abril de 2018

Los años que habían pasado…



Habían tenido una discusión tonta esa tarde, cuando llegó la noche no la habían resuelto, ambos se fueron a dormir, él se acomodó en la cama, prendió la tele, y puso un partido que había visto por la tarde, ella tomó del cajón de la mesilla junto a la cama una revista que había leído ya diez veces y comenzó a ojear las páginas con un interés superfluo…
Cada uno en su mundo, en sus pensamientos, pero juntos en la misma cama, sintiendo no muy lejos el calor de la compañía, él había trabajado por la mañana, en la tarde se había ocupado de cortar el pasto y hacer unas refacciones que llevaban mucho en la lista de pendientes, estaba cansado, quería dormir, pero el sueño estaba dispuesto a hacerse rogar
Relojeó con el rabillo de la vista a su mujer de tantos años enfrascada en la lectura, hubiera jurado que había visto muchas veces esa revista en sus manos pero no estaba seguro, no hacia tanto que usaba esas gafas de marcos anchos, no le gustaban de marcos anchos pero a ella sí. A él le gustaba ella…
Ya no era la mujer de tantos años atrás, aún en su mirada discreta notó la papada que antes no tenía, esos hilos de plata que se comenzaban a entreverar con su cabellera negra, esas arruguitas que habían empezado en la comisura de los labios y los ojos y poco a poco habían ido avanzando como lo hacía la gramilla del jardín sobre la quinta.
No necesitaba verla ni tocarla para saber que sus añorados pechos duros y tersos ya se dejaban caer a sus lados, como dos bochas de helado que les dio el sol y comenzaron a derretirse. Su cola tan firme de la juventud ya no lo era, sus muslos habían perdido aquella atlética condición, la piel de todo su cuerpo ya no tenía la suavidad que lograba recordar, sus dedos exploraron alguna vez, ella hacía tiempo que había dejado de cuidarse como en los años mozos…
Poco a poco había comenzado a depilarse más espaciadamente hasta el punto de casi no hacerlo, tuvo la ligera tentación de estirar su mano y posarla sobre su barriga, que en un pasado fue tan firme, y ahora dejaba entrever unas estrías que la hacían perder la compostura, no había gimnasio ni dieta que dejara pasar desapercibido el nacimiento de dos hijos…
Esta mujer que envejecía a su lado estaba tan lejos de aquella jovenzuela ardiente que le había llenado de pasión en una juventud, tan escondida en sus recuerdos, su energía no era la de antes, las tareas del hogar habían comenzado a pasar factura y ya no tenían esos arrebatos de amor tan comunes cuando la relación había comenzado… su atención regresó al partido, venía el gol que le interesaba ver…
Ella desvió la vista apenas, estaba concentrado en el televisor como si de una droga se tratara, la tercera vez que veía lo mismo, que tenía de divertido ver tres veces el mismo partido, y si llegaban a repetirlo al día siguiente lo volvería a ver, estaba segura, o miraría los comentarios en algún programa deportivo, no entendería nunca a los hombres… ni siquiera a su hombre…
Sacó rápidamente la cuenta de cuantos años llevaban juntos, cuantos de casado, de pasada recordó cuando se conocieron, cuanto faltaba para el aniversario, para su cumpleaños y el de su hijo mayor que ya era este mes, todo en una fracción de segundo… y luego retrocedió al día que lo conoció… ¡Como cambio!
Se le había caído mucho el pelo, las entradas eran profundas y ahora su cabellera morena era completamente plateada, su barriga se había hinchado perdiendo aquella figura atlética de la juventud. No solo su barriga había cambiado aquello, ya no tenía aquel espíritu, aquella energía inacabable que la enamoró hace tantísimo tiempo. Ahora cuando salía del trabajo estaba cansado, necesitaba una siesta antes de ponerse con cualquier actividad de la casa, y cuando las hacia su paso lento no le permitía terminarlas todas, poco a poco se acumulaban trabajos pendientes…
Hacía meses que la casa estaba para pintar, el pasto que hoy había cortado debía haberse dejado prolijo una semana atrás, y no había podido recogerlo, quedaría para el día siguiente. Había una canilla que goteaba desde hacía meses “que vería pronto” y quedaba aun pintar el cuarto que se había dejado para después cuando se pintó el resto de la casa por dentro…
Los años se habían comido aquella energía viril, habían desfigurado al hombre atlético del que se había enamorado, extrañaba esas noches que entregados en la pasión los sorprendía el amanecer, cuanto había pasado desde que sus manos ásperas habían explorado los íntimos rincones de su cuerpo femenino. De pronto el partido terminó, apagó el televisor y cerró los ojos. Ella dejo la revista en la mesilla, apagó la portátil y en la oscuridad se quedó mirando el techo, de pronto sintió su mano sobre ella, y durante un momento le dio vergüenza que sus formas ya no fueran las de su juventud... Sintió su cuerpo pesado arrastrarse en la cama muy junto a su lado, sintió su aliento respirarle en el cuello…
-“Te Amo”…
-“Yo también te amo”
Y se durmieron olvidando que los años habían pasado…

Kevin Heves Maranetto Vranich

26/04/2018



martes, 24 de abril de 2018

Siete regalos



No muchas personas saben cómo Sara termino con Luis, pero yo si lo sé.
Fue hace mucho tiempo, cuando en sus ojos aun brillaba la ilusión, y sus labios aun dibujaban sonrisas sinceras. Una época en que sus pechos y glúteos rebosaban firmeza, y su cuerpo tenía la figura de una modelo de revistas.
En aquellos tiempos todo hombre que se jactara de serlo posaba sus miradas en ella con deseo, con anhelo, con ganas de poseerla por entero. Y fue allí, en esos gloriosos tiempos de su pasado que un día dos hombres juntaron el valor para hablar con ella, confesarles sus íntimos sentimientos y obsequiarles hasta la ida a cambio de su tiempo…
Sara se había jactado siempre de no ser superficial, es importante aclararlo, ni materialista, ni ninguna de esas cosas que tantas cicas miran a la hora de buscar pareja, y es crucial dejarlo claro, porque ambos pretendientes se parecían muy poco entre si…
Luis era un chico simple, muy simple, no le negaremos que tuvo sus aventuras, como todo chico, que hizo cosas que no debía y otras que si, pero era buen muchacho, era un joven que había abandonado la mala senda encontrando mucho apoyo en Dios, y este lo había encaminado en la vida.
Luis no era un modelo, pero no era un hombre feo, fumaba, de vez en cuando, salía los fines de semana, algunas veces bebía de más, pero nada fuera de lo normal para jóvenes de su edad. Había heredado algo de dinero de unos parientes, tenía una pequeña empresa pero no le daba las ganancias que deseara, vivía con los lujos que podía permitirse, que no eran demasiados, pero alquilaba un buen apartamento en el centro y su coche era de un año reciente… pero enfrentado los gastos de cada mes, no le quedaba demasiado excedente…
El otro chico, era muy diferente. No en apariencia, allí solo era distinto, ni más lindo ni más feo, solo distinto. También tenía sus aventuras del pasado, y se le conocían al menos dos relaciones formales agotadas en el fracaso donde ellas decidieron partir buscando algo mejor. Su moral no era muy alta, y su autoestima muy baja, pero Sara lo había enloquecido y por eso había decidido decirle cuanta la quería… el mismo día que Luis
Al menos tenía claras ventajas, él había iniciado de abajo, pero consiguió un buen trabajo, su sueldo era bueno, tenía una casa modesta en las afuera, un auto no demasiado moderno pero que le llevaba y traía de los viajes que le fascinaban, ganaba más de lo que gastaba y poco a poco veíase brillar para él un gran futuro, y Luis sabía que su competencia allí le llevaba una gran ventaja….
Sara no pudo evitar notar esto mismo, y quiso ser imparcial, respondió que meditaría un día entero al respecto y que a la tarde siguiente tendría una respuesta, así que al verse al caer el sol sabía muy bien que les diría. Les propuso que cada uno tendría una semana entera para demostrarle cuál de ellos la quería más. Podrían darle un detalle cada uno estipulado en una lista que trajo consigo, al pasar la semana quien demostrara mayor amor merecería ser correspondido…
El primer día debían traer un presente floral, Luis entrego un ramo de rosas perfectamente empaquetado, era muy claro que se había gastado buena parte de su dinero en él, no era el más costoso, eso era evidente, pero debió costar bastante, sin embargo, el otro joven solo trajo una rosa con un tallo retorcido lleno de espinas aunque de una fragancia muy agradable.
Al día siguiente que debían proponerle una salida, la llevó a caminar junto al mar, una parte fueron por la costanera, y ora parte regresaron por la arena, con los pies dentro del agua, fue simple, divertido, sincero, Luis en cambio decidió llevarla a el cine, a ver un estreno que sabía le iba a gustar y luego bailaron toda la noche en una discoteca de renombre.
El tercer día el joven la invitó a comer a su casa, pues así correspondía, no fue algo elaborado, unos simples tallarines que a su parecer, estaban pasados de cocción, Luis la llevo a un restaurante fino y Sara comprobó sus apuros económicos al verle pagar la cuneta.
Supo que Luis había pedido dinero prestado para comprarle el suéter tan bonito que vieron en una tienda, mientras el otro joven había aparecido con una bufanda tejida de un color salmón que no sabía con qué diablos podría combinar.
El día del regalo de las joyas, el joven temeroso se acercó con unos aretes muy bonitos, de plata, pero que evidentemente habían sido usado muchas veces, Luis prefirió ir a una joyería para que ella escogiera lo que le pareciera mejor, y firmó un pagaré muy comprometedor por ello
El anteúltimo día debían realizarle una dedicatoria, así que Luis le pidió que escuchara una emisora en particular a una hora acordada, y allí de su parte, recitaron los versos más románticos que él pudo encontrar en libro alguno, el otro joven, sabiéndose ya muy comprometido entrego un papel arrugado que rezaba de la siguiente manera

“Sara
Se que es poco lo que darte puedo
No bajaré las estrellas del cielo
Ni llevare la luna a tu ventana
Pero siempre serás mi Sara…”

Fue tierno, negarlo no podría, y con un dejo de melancolía, la bella dama espero el siguiente día, cuando cada uno debería demostrar, de una manera muy personal, cuanto la amaban y siempre la amarían…
Pero todos sabemos que el destino es un jugador habilidoso, y el tiempo, cómplice potencial, le gusta hacer mal cuando todo va muy bien, y cunado ese día la jovencita despertó, muy mal se sentía, y fueron pronto al doctor, donde le dieron triste noticia, Sara, la joven y dulce Sara moría, y muy poco podía hacerse, debía de urgencia ser trasladada, a un país lejano donde podrían ofrecerle costosa cura, más lo padres de la bella muchacha nada podían hacer, no tenían el dinero ni a quién acudir por el….
Sin saber nada de esto la niña cayó en un sopor, perdió el conocimiento, y cuando regreso, habían demasiados días pasado, hallábase sola completamente en un lugar desconocido, y solo estaba Luis a su lado alegre de verla despertar…
Ella se mostró efusiva de ver una cara amiga, hizo muchas preguntas que el no pudo contestar, pero al final el hizo una sola que ella debía responder
-“Sara, amada mía, sé que estas mal, pero me veo en la obligación de preguntar, ya pasaron los siete días, tu corazón escogió a quien amar?
-Mi corazón no tienes dudas –respondió con escaso aliento- te vi gastar hasta lo que no tienes por darme las mejores cosas a tu alcance, cuando el que tenía tanto más que tú no lo hacía, creo que es claro que a ti te importó mucho más que a él, así que deseo ser feliz contigo..
Se besaron, antes que el sacara un sobre cerrado del bolsillo se besaron, durante un momento se olvidaron de donde estaban o que hacían ahí, se besaron, porque se querían, muchos dirán incluso que se amaban, y cualquiera que los viera besarse así lo creería…
Él estaba muy emocionado y olvidándose de todo se disculpó y fue a buscar agua, ella encontró el sobre su cama, con su nombre, con la letra de él…
Dentro había una carta… muy breve, pero que decía demasiadas cosas…

“Sara, te amo

Pero ya sé que tomaste la decisión de estar con él, y está bien que sea así, yo ya no tengo más nada que ofrecer…
Cuando pediste flores pensé que sería muy vulgar comprar un ramo para ti, por caro que este fuera, tu eres demasiado especial y merecías un flor especial, en mi casa hay un rosal, y había florecido la primer rosa, me pareció que sería mejor que cualquier otra por eso te la di…
Cuando pediste una salida, pensé que cualquiera te lleva al cine, a bailar, a un patio de compras, pero el mar tiene tantos secretos y es tan hermoso, tan hermoso y profundo como tú, esperaba que eso fuera mucho mejor que ninguna otra cosa…
Sé que esperabas te llevara luego a comer, pero, cualquiera puede hacerlo, es igual si es un carrito en la esquina o un restaurante costoso, no siento que hala amor allí, así que pase un día entero aprendiendo a hacer pastas y las prepare para ti con todo mi amor, espero que te gustaran…
Igual sucedió cuando pediste una prenda, cualquiera va a una tienda y te compra ropa elegante, pero yo quería algo personal que nadie más pudiera darte, mi santa madre en mi juventud me enseñó a tejer, y por más que busque solo había lana salmón en mi casa, pero lo que importaba era la intención, así que hace varios días para tejerte esa bufanda, espero que te proteja del frio en invierno…
También eran de mi madre esos aretes, ella me los dio para que te los entregara si realmente estaba enamorada, hace tiempo fueron de mi abuela, y de su madre antes de ella, sé que no son tan valiosos, pero es tradición que solo puedes darlo si amas de verdad…
Finalmente, el día que pediste te dedicáramos algo, créeme que busque muchos poema y frases de amor hermosas, me leí libros enteros sin encontrar una sola palabra que revelara lo que siento, al final te escribí esa esquela con lo que me broto del corazón…
Luego me entere que habías enfermado, que era muy grave, lo difícil de la situación. Que morirías si no reunías el dinero. Así que vendí las cosas que tengo para que pudieras viajar y realizar el tratamiento, y como sé que te sentirías sola pensé que Luis te haría sentir mejor, después de todo, ya no tengo más nada que darte, porque no me ha quedado nada, excepto un último regalo, mi bendición para que seas feliz junto a Luis…”

Hoy tantos años después, Luis hace tan feliz como puede a su mujer, pero su mujer aprendió hace tanto tiempo que no siempre entendemos lo que tenemos… hasta que lo perdemos…

Kevin Heves Maranetto Vranich

24/04/2018