Esa tarde calurosa se cumplían 10 años del momento que se habían declarado su amor, y casi 7 del momento del que se había separado para ya no volverse a encontrar
Ella estaba sentada en un banco de la plaza, el sol le golpeaba los ojos y la hacía poner incomoda, mientras intentaba cubrir el resplandor fue que lo vio moverse hacia donde se encontraba regalo en mano…
Al principio tuvo serias dudas de cómo reaccionar, no pasaba desapercibido que se había dado cuenta del día, y la fecha que eran, lo recordó en un instante como si nunca lo hubiera olvidado, pero tras siete años sin hablarse, sin dirigirse la palabra, después de lo mal que ambos habían terminado aquella relación... le pareció completamente imposible que él aun la recordara, que recordara la fecha, aun menos que le llevara un regalo…
Desvió la mirada para disimular el momentáneo entusiasmo que había sentido, en el fondo de su alma no dejaba de extrañarle un poco, el había sido su primer amor verdadero y estos rara ves se pueden olvidar o suplantar con el tiempo, él la había marcado muy dentro de su piel, en las raíces mismas de su corazón, enseñándole las propias delicias del amor en todas sus expresiones…
A la ilusión que se reflejara en sus ojos durante escasos y febriles momentos la sustituyó una melancólica tristeza, él pasaría a su lado como lo había hecho los últimos 7 años, sin dirigirle la palabra, sin siquiera alzar la vista, sin demostrar ni siquiera que aun ella era visible para él, así que entornó sus ojos algo húmedos al piso esperando haber disimulado lo suficientemente aprisa para que él, aun sin verla, lo hubiera percibido, no quería darle la satisfacción de hacerle saber que en lo hondo de su ser yacía el arrepentimiento de haberlo dejado hacía tantos años, jamás, se había jurado, permitiría que él lo descubriera... nunca…
Cuando los pasos se aproximaban el nerviosismo comenzó a delatarla, trató de deslumbrar con el rabillo del ojo si habría alguien sentada esperándolo en un asiento posterior al suyo, pero aquella tarde la plaza estaba casi desierta, seguramente estaría de camino a la casa de su novia y atajaría por allí, cruzándose lamentablemente a su lado, maldijo por lo bajo, cerró lo ojos y esperó que el se hubiera marchado, como si estuviera absolutamente concentrada en algo de suma importancia…
Cuando calculó que el ya debería haber pasado y alejado se atrevió a abrir los ojos, lo primero que vio frente a si fueron un par de zapatillas, y unos pantalones vaqueros que cubrían completamente aquellas piernas, pero que importaba que la cubrieran, ella sabía exactamente a quien partencia, era imposible que el arrullo silencioso de aquel corazón sobre el que había depositado su cabeza años atrás fuese confundido, asi que algo trémula y tratando de aparentar absoluta indiferencia fue alzando la vista para verle a él detenido frente a ella, con la mirada tierna y cálida clavada con dureza en sus propios ojos, sus brazos extendidos ofrecían un paquete de manera silenciosa
Trató de negarse en silencio fingiendo no verlo pero era demasiado obvio que lo veía, deseó negarse pero nada en su cuerpo pudo responder al dictado de su mente, porque su corazón contrariado estaba rememorando recuerdos hundidos en el pasado de aquellos abrazos que la habían reconfortado y aquellos besos que le habían hecho arder de pasión, él ni siquiera se movió…
No quería hacerlo, trato de ser indiferente y fallo, así que sus manos temblorosas acabaron tomando el pequeño objeto, y sus ojos se clavaron en los labios de él esperanzados en hallar una sonrisa, algún gesto de satisfacción, pero su rostro era impasible, inconmovible, y ni bien el envuelto paquete cambió de manos el se giró sin siquiera derramar una lagrima, sin entregarle el aliento de un suspiro, ni la más leve mueca que pudiera confundirse con una sonrisa, simplemente se giró y se marchó…
Cuando abrió el paquete se sorprendió, dentro solo había una vieja hoja escrita, y era una carta de su propio puño y letra, dejando paso a las lágrimas rememoró aquellas líneas escritas hacia tanto tiempo donde le profesaba un amor eterno, un amor indomable, donde juraba ser diferente al resto… y rezaba la última línea:
“...Pasaran 10 años, y leeremos junto esta carta, y sabré que aún me amas, y sabrás que aun te amo, llegaremos a viejos juntos siendo felices porque nada podrá separarnos…”
Los diez años pasaron, la carta por ambos fue leída, el supo que ella aun lo amaba, ella supo que el aún sentía aquello tan intimo por ella, pero llegarían a viejos por senderos diferentes, porque siguiendo tontos consejos, hacia siete años había decidido dejarlo… y él se había cansado de luchar…
Ella estaba sentada en un banco de la plaza, el sol le golpeaba los ojos y la hacía poner incomoda, mientras intentaba cubrir el resplandor fue que lo vio moverse hacia donde se encontraba regalo en mano…
Al principio tuvo serias dudas de cómo reaccionar, no pasaba desapercibido que se había dado cuenta del día, y la fecha que eran, lo recordó en un instante como si nunca lo hubiera olvidado, pero tras siete años sin hablarse, sin dirigirse la palabra, después de lo mal que ambos habían terminado aquella relación... le pareció completamente imposible que él aun la recordara, que recordara la fecha, aun menos que le llevara un regalo…
Desvió la mirada para disimular el momentáneo entusiasmo que había sentido, en el fondo de su alma no dejaba de extrañarle un poco, el había sido su primer amor verdadero y estos rara ves se pueden olvidar o suplantar con el tiempo, él la había marcado muy dentro de su piel, en las raíces mismas de su corazón, enseñándole las propias delicias del amor en todas sus expresiones…
A la ilusión que se reflejara en sus ojos durante escasos y febriles momentos la sustituyó una melancólica tristeza, él pasaría a su lado como lo había hecho los últimos 7 años, sin dirigirle la palabra, sin siquiera alzar la vista, sin demostrar ni siquiera que aun ella era visible para él, así que entornó sus ojos algo húmedos al piso esperando haber disimulado lo suficientemente aprisa para que él, aun sin verla, lo hubiera percibido, no quería darle la satisfacción de hacerle saber que en lo hondo de su ser yacía el arrepentimiento de haberlo dejado hacía tantos años, jamás, se había jurado, permitiría que él lo descubriera... nunca…
Cuando los pasos se aproximaban el nerviosismo comenzó a delatarla, trató de deslumbrar con el rabillo del ojo si habría alguien sentada esperándolo en un asiento posterior al suyo, pero aquella tarde la plaza estaba casi desierta, seguramente estaría de camino a la casa de su novia y atajaría por allí, cruzándose lamentablemente a su lado, maldijo por lo bajo, cerró lo ojos y esperó que el se hubiera marchado, como si estuviera absolutamente concentrada en algo de suma importancia…
Cuando calculó que el ya debería haber pasado y alejado se atrevió a abrir los ojos, lo primero que vio frente a si fueron un par de zapatillas, y unos pantalones vaqueros que cubrían completamente aquellas piernas, pero que importaba que la cubrieran, ella sabía exactamente a quien partencia, era imposible que el arrullo silencioso de aquel corazón sobre el que había depositado su cabeza años atrás fuese confundido, asi que algo trémula y tratando de aparentar absoluta indiferencia fue alzando la vista para verle a él detenido frente a ella, con la mirada tierna y cálida clavada con dureza en sus propios ojos, sus brazos extendidos ofrecían un paquete de manera silenciosa
Trató de negarse en silencio fingiendo no verlo pero era demasiado obvio que lo veía, deseó negarse pero nada en su cuerpo pudo responder al dictado de su mente, porque su corazón contrariado estaba rememorando recuerdos hundidos en el pasado de aquellos abrazos que la habían reconfortado y aquellos besos que le habían hecho arder de pasión, él ni siquiera se movió…
No quería hacerlo, trato de ser indiferente y fallo, así que sus manos temblorosas acabaron tomando el pequeño objeto, y sus ojos se clavaron en los labios de él esperanzados en hallar una sonrisa, algún gesto de satisfacción, pero su rostro era impasible, inconmovible, y ni bien el envuelto paquete cambió de manos el se giró sin siquiera derramar una lagrima, sin entregarle el aliento de un suspiro, ni la más leve mueca que pudiera confundirse con una sonrisa, simplemente se giró y se marchó…
Cuando abrió el paquete se sorprendió, dentro solo había una vieja hoja escrita, y era una carta de su propio puño y letra, dejando paso a las lágrimas rememoró aquellas líneas escritas hacia tanto tiempo donde le profesaba un amor eterno, un amor indomable, donde juraba ser diferente al resto… y rezaba la última línea:
“...Pasaran 10 años, y leeremos junto esta carta, y sabré que aún me amas, y sabrás que aun te amo, llegaremos a viejos juntos siendo felices porque nada podrá separarnos…”
Los diez años pasaron, la carta por ambos fue leída, el supo que ella aun lo amaba, ella supo que el aún sentía aquello tan intimo por ella, pero llegarían a viejos por senderos diferentes, porque siguiendo tontos consejos, hacia siete años había decidido dejarlo… y él se había cansado de luchar…
Kevin Heves Maranetto Vranich
24/01/2012
24/01/2012
Hermosa historia, triste pero HERMOSA! me encantó!
ResponderEliminargracias "anonimo", como me gustaría saber quien deja los comentarios anonimos, pero gracias igual, es cierto e suna historia triste, no porque "sus caminos vallan por senderos diferentes" si no porque el decidee dejar de luchar, y ella decide que su orgullo es ma sinportante que su amor, ELLOS deciden no ser felices y condenarse a un fin separados el uno del otro...
ResponderEliminarno solo a veces cometemos errores, si no que muchas veces no tenemos el valor para enmendarlos