Me
acosté a dormir con muchas ideas en la cabeza, di vueltas en la cama, me tapé
hasta las orejas, luego me destapé, di más vueltas, prendí la luz, leí un rato,
apagué la luz, intenté dormir, di más vueltas, saqué la mano de entre las mantas
calientes y tomé el control remoto, prendí el televisor, miré media película,
lo apagué, volví a tratar de dormir, di más vueltas en la cama… y de principio
a fin pensaba…
Pensé
en Dios, pensé en ti, pensé en mi, pensé en lo injusta que es la vida, en lo fríos
que son los días cuando se está solo, en lo desabrido que avanza el tiempo con
su paso mortecino sin llevarnos, al fin de cuentas, a ningún lugar, medité
profundamente en lo vacuo que está este cuarto sin sentir en él otra presencia
que la mía, y así transitó un día y luego otro, sintiéndome solo, abandonado al
continuo avance de las agujas del reloj que descansa contra la pared, y nada
parece cambiar este imperturbable sendero único hacia… hacia no se donde… pero
que avanza…
No
pude evitar maldecir mi suerte, lamentar mi desgracia, intenté con fuerzas
llorar algo más, que algunas lágrimas purguen otro poco mi alma y mi corazón
herido, pero ya no me quedan lágrimas para llorar mi suerte, o mi desgracia, así
que sin más remedio intenté dormir… y no pude…
No
recuerdo bien si estaba elevando una plegaría a cualquier entidad superior que
me quisiera escuchar o simplemente descargaba mi rabia con una sarta de
barbaridades y maldiciones por la vida que me había tocado vivir… lo cierto es
que entre una cosa y otra, porque sin duda hubo de ambas, reflexionaba que bien
pago sentía yo en mi carne cualquier mal que en mi pasado pude a otros haber
causado, me purgué en cuerpo y alma desenlazando incontables disculpas al
viento frio de la noche que se colaba por la ventana, y por supuesto, creo que
nadie oyó, y si lo hizo, no hubo respuesta alguna…
Pedí
perdón una y otra vez ¿Qué más podía hacer? Me arrepentí total y sinceramente,
repasé en mi mente como un tormento salido del mismo infierno que imaginamos
los mortales, y deslicé capa tras capa de mi subconsciente cada pecado del que
me sentía responsable, y enumerados uno tras otros hasta que las cifras dejaron
de ser calculables pedí perdón… y cuando sentí que ya no me quedaba nada más
por confesar traté de dormir… y no pude…
Pensé
en ella, me pregunté si alguna vez habría pedido perdón por haberme lastimado,
quizás sus culpas no fueran tan grandes como las mías, las heridas que me causó
y que me parecieron en su momento (y aun hoy) vacíos insondables de soledad y
llanto, quizás no fueron más que simples rasguños en comparación a las hondas
laceraciones que traumatizaron su espíritu por mi culpa, me hizo sentir mal
aquellos pensamientos, me sentí nauseabundo, como un miserable que ha cometido
el más terrible crimen… y traté de justificarme, traté ante Dios decir que a mí
me había dolido tanto aquello, que había actuado con tanta y tan ciega
desesperación que eran perdonables mi arrebatos de locura, porque, seamos
sincero, había enloquecido de amor, y un loco apasionado como yo puede cometer
tal tasa de barbaridades que aun en retrospectiva me parece imposible concebir
hasta donde llegué en su momento… y hay días que me arrepiento tanto como los
hay aquellos en los que me digo “amé, y si amar es pecado, gustosamente seré el
mejor pecador de esta tierra”
Finalmente
el debate entre si los daños a mi personas o los míos a los suyos eran más
cuantiosos y terribles terminó, y como el sueño se negó a llegar a mi lecho mis reflexiones continuaron su
camino viajando una y otra vez hacia ella, e interminables preguntas me
acosaron como un verdadero tormento, creo, que si Dios existe, ha de haberse
divertido castigándome de esta manera, pues ni el más intenso flagelo a mi piel
podría dejar heridas tan notorias como lo hicieron esas cuestiones a mi corazón…
Así
se formaban una a una las preguntas para las que se muy bien jamás en esta vida
tendré respuesta… ¿Habrá pensado en mí alguna vez? ¿Habrá deseado retroceder el
tiempo en alguna oportunidad? ¿Se habrá arrepentido aunque fuese un minuto de lo
sucedido? ¿Habría soñado conmigo alguna noche desde que ya no volvimos a
vernos? ¿Habrá sentido mi esencia en su boca al besar otros labios? ¿Su piel habrá
recordado mis manos mientras os dedos viriles aprisionaban su cuerpo? ¿Habrá mi
nombre velado vigilancia protectora en sus sueños mientras a otro hombre le hacía
el amor? ¿Seré para ella algo más que simplemente “uno más”?
Cuando
esta incontables interrogantes ocuparon las horas de mi supuesto descanso y ya comenzaban
a perpetrar mi recinto los primeros rayos del alba, así dentro de mi corazón comenzó
a florecer un descubrimiento, o creo yo pueda ser tal, si no el benigno designio
de un Dios omnipresente, al menos un desvarío de un pobre diablo enloquecido de
dolor para permitirle una esperanza por la que vivir y luchar
Tras
preguntarme porque ella, que tanto amé, que tanto idealicé, que tanto me hizo
sufrir era premiada con un desfile constante de hombres en su lecho, para
otorgarle compañía y alejarla de esta soledad que tan terribles años me habían
golpeado… divisé con claridad que ella, en realidad, estaba mucho más sola y
vacía que yo…
Sin
importar cuantos cuerpos halla compartido su cama, cuantos labios aprisionaran
los suyos y le susurraran palabras del amor al oído, ni una sola de todas ella
había dejado a su ser la más mínima sombra de un recuerdo, cada uno de esos
hombres, como yo, no eran nada si no “uno más” en una lista cada vez más
crecientes de personas que no significaban nada, que no sentían nada por ella,
y por los que ella solo había sentido pasajeros caprichos… ellos eran para ella
solo “uno más” como ella era para ellos “una más”…
Pero
yo… yo no era uno más, ni de ella ni de nadie… porque para ella yo había sido
el primero, y no solo eso, si no que el único que la amó con infinita e integra
sinceridad… y ella fue para mí la única persona que había amado de esa manera… para
mí no existía el “uno más”
Sin
embargo descubrí que mi soledad estaba llena, porque cuando el vacío de mi
lecho se llenara con una nueva presencia yo no sería uno más, ni ella sería una
más. Yo no había perdido nada, si no, como un vino selecto, estaba siendo
cuidadosamente conservado hasta estar a punto, hasta el momento correcto que su
pureza es la correcta… y así, desvariando, me di cuenta que aún no estaba listo
para encontrar una persona perfecta, porque aun quedaba en mi algo por
perfeccionar, aceptar que hay cosas que debo dejar ir para seguir adelante…
Y
finalmente, con ese pensamiento concilié el sueño, sabiendo que su vida estaba
llena de “uno más” que es lo mismo que estar tan vacía como un vaso de agua que
no se puede beber, mientras la mía, estaba ausente de personas que no
significarían nada el día de mañana, pero tan llena como un jardín que acaba de
ser sembrado…
Cuando
esta espera rinda su frutos, pensé, mientras Morfeo me tomaba en sus brazos, tendré
a mi lado alguien para quien no seré uno más… y ella… ya no me importará ella…
será solo… una más…
Kevin Heves Maranetto Vranich
16/06/2012
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