Ella se fue a dormir, se
quitó la ropa y dudó si ponerse o no el camisón como era su costumbre, hacia demasiada
calor ese verano y prefería el menor de los abrigos para tener un sueño más
calmado… como si dormir fuera una opción aquella noche… aquella entre tantas otras
completamente iguales…
Era la una al acostarse, a
las tres aún miraba avanzar los minutos
con eterna parsimonia, había perdió la cuneta de los giros dados en su cama,
sus mantas hallábase hacia ya mucho sobre el suelo apenas quedaba sobre ella un cobertor fino al
que sus manos sujetaban con fuerza, de sus bellos ojos se derramaban tibiamente
unas lágrimas tibias llenas de significado, una vez más pensaba en él…
Si, esa persona que nunca
había sido nadie y en un momento pasó a ser un todo… ¿Cuando? Después de aquel
simple abrazo, luego de aquel beso en la mejilla y las tres palabras que se
intercambiaron, dejo de ser una sombra, la silueta que decoraba una frivolidad
más en su vida a ser el sol que la iluminaba cada día… un sol que quemaba de
manera inalcanzable…
Desde entonces cada noche era
igual a las anteriores, llena de desvelos, de sueños cruzados, de ilusiones
encontradas, de deseos, anhelos, esperanzas… pero todo ello no lograba más que provocar
un nudo apremiante en su pecho… ¿Acaso esto que sentía era solo suyo?
A veces hubiera jurado que le
dedicaba sus más tiernas miradas, o que sus ojos solo brillaban si ella estaba
en frente, que se tardaba un segundo más de lo necesario al saludarla, que el
rose de sus manos era más que accidental cuando ocurría… ¿Pero y si no era así?
Imaginó con dulzura un día en
que su corazón venciera con determinación a su razón, llegando hasta él como lo
hacía casi todos los días, dejando que cada momento fuera único, y de pronto,
con una fuerza de voluntad y un arrojo que ella misma se desconocía se atrevía
a decirle lo que sentía, él, en su ilusión, la miraba seriamente, imaginaba sus
propias expresiones pensando que se había equivocado al interpretarle cuando su
sonrisa se ensanchaba hasta límites inimaginables y respondía
-“¿También sientes lo mismo?”
Luego… el beso, como en las películas,
largo, tierno, cariñoso, con un abrazo de esos que funden dos personas muy
dentro la una en la otra, para separarse cuando el aire se niega a llenar los
pulmones por la excitación, esa mirada a los ojos que lo dice todo… y de pronto…
De pronto cae en la realidad
que eso es una tontería… eso jamás ocurre en la realidad, vuelve atrás la arena
en el reloj de su imaginación y le ve reírse de ella, burlarse de sus sentimientos,
llamar a sus amigos, contarles lo que acaba de pasar, todos burlándose de ella
y huyendo del lugar llorando…
Y así logra, entre lágrima y lágrima
entregarse al sueño cuando los rayos del alba comienzas a despertar las aves en
sus nidos…
* * * * *
El tiempo a pasado, a su lado
está su esposo, es un buen hombre, un poco severo, no demasiado generoso, es le
padre del niño que está en su regazo, su
hijo, se parece a él, esa mirada vivaz, audaz… es, al fin de cuentas un
buen hombre, llevan diez años casados y aún no sabe si lo ama o no, pero es un
buen hombre…
La ceremonia es bonita, la
novia es una rubia hermosa, el novio es él, aquel muchacho que siempre perturbo
sus noches en la juventud, jamás lo olvidó, como hacerlo si hasta dejo caer
unas lágrimas cuando se enteró que se casaría, pero era un buen muchacho, ella
una buena muchacha, hacían buena pareja, pero no pudo evitar imaginarse un momento
ocupando su lugar, o que él ocupara uno a su lado, tener un hijo en sus brazos
que se le pareciera…
Acabo por alejar estos
pensamientos algo embarazosos y se acercó a saludarlo, él tenía esas sonrisas
tan encantadoras que siempre lo habían identificado, llevaba algunos años sin
verlo, y como siempre, al saludarla, la besaba tan cerca de los labios que parecía
deseara robarle uno de esos besos con los que alguna vez hubiera soñado, clavó
sus ojos en los suyos y los retuvo allí varios instantes, hizo las
presentaciones y luego, casi al marcharse se aparto de los demás y le susurró l
podo…
-¿Sabes algo? Como ahora
estoy casado, y sé que tú también lo estas puedo decirte algo sin miedo a que
te enfades conmigo, siempre pensé, desde jóvenes, que serías tú la que me acompañaría
en este momento y la que llevarías mi anillo, me quitaste el sueño tantas
noches en mi juventud… siempre me pregunte si sentarías lo mismo hasta que un
día… cuando te casaste… perdí las esperanzas de que fueras mía…
Luego se marcho, dejándola
sin palabras, su esposa lo llamaba y ahora le pertenecía…
* * * * *
Despertó con un sobresalto
bañada en sudor, hacía mucho calor, tenía recuerdos vagos de algo que había
soñado, fue hasta el espejo y miró su rostro, aún llevaba la piel suave de una
muchacha joven, aún.. aún era tiempo de corregir su error… mejor la más
horrible de las certezas… a la más humillante ilusión de la ignorancia…
Hablaría con él…
Kevin Heves Maranetto
Vranich
23/12/2012