Era
una noche fresca de primavera, y en el cielo clareaban los primeros rayos del
sol que mordía tenazmente el amanecer, en el cuarto del muchacho brillaba una
bombilla eléctrica entibiando con su luz las paredes de la habitación…
Aquellos
que no la hubieran visto en los últimos meses no podrían reconocerla, había cambiado
por completo, había sido pintada de un nuevo color, los muebles recientemente comprados
la habían redecorado de pies a cabeza, ni las cortinas habían quedado
inmutables, todo había sido hecho a nuevo, intentando olvidar algo ya muy viejo…
El
computador yacía medio dormido en su nuevo rincón, sobre el escritorio se
desperdigaban unos papeles que tanto podrían haber resultado facturas como
cartas del pasado, era imposible predecirlo, un saco descansaba en el perchero
y caído junto a la cama medio escondido se hallaba un pantalón.
El
chico yacía sentado a los pies de la cama, habíase perdido la noción de cuantas
horas habían muerto en aquella estática posición, en sus manos se sostenía una frágil
cartulina que aún no sabía bien como había encontrado, revolviendo quien sabe
que cajón, buscando quien sabe qué cosa, lo cierto es que en algún momento de
la noche, antes que el reloj marcara la una, su mano había tocado el borde de
aquella foto, y sus ojos se posaron instintivamente en la imagen que dormía
para siempre en aquel papel plastificado.
Cuando
las piernas le fallaron se sentó en los pies de la cama, así tal y como ahora
mismo se encontraba, sumido en las mas internas añoranzas, en las mas profundas
reflexiones, albergando dentro de sí lo más cálidos recuerdos y al mismo tiempo
inundado por tristes desconsuelos que hicieron brillar hasta las lágrimas sus
ojos, y una a una fue derramando un manantial de tristeza sin intentar siquiera
contenerlo…
Sumido
en el absoluto silencio lloró contemplando aquella imagen de un recuerdo perdido
hacia quizás unos dos años atrás, aquel momento mágico que de su mente parecía negarse
a marcharse, él vestía de azul, un color predilecto de su persona, su cabello
estaba despeinado porque recordaba el viento fresco de aquella tarde, y la
arena que repiqueteaba sobre su facciones, entre sus brazos estaba ella, con
esa sonrisa encantadora que le había entibiado el alma, esa mirada perdida que tan pocas veces había podido contemplar frente
a frente, allí, fría, en un papel inanimado, estaba ella, la mujer que él había
amado… y la mujer que lastimándolo… hiriéndolo de muerte, lo había dejado…
-Dime
¿Por qué?
De
sus labios escaparon las palabras como una condena, todo aquel silencio fue
roto por una angustia que comenzó a crecer dentro de su pecho hasta que no pudo
sostenerla, y fue tanto su llanto que el silencio se volvió palabras y sus ojos
nublados apenas distinguieron ya la imagen, y así, en la soledad hablo con ella
por última ves
-Dime
por qué corazón, por qué te fuiste. Por qué el fuego de mi amor no fue calor suficiente
para mantener vivas las llamas del tuyo. Dime corazón por qué si mi vida era
toda tuya y te la entregaba sin reclamos no fue suficiente esto para ti,
necesito saber que hice yo para que tu decidieras partir, cuando mis manos te cubrían
de caricias sinceras y nunca faltaban para sostenerte de ellas si se te
presentaba una dificultad, por qué te marchaste si mis labios ardían en pasión al
besar tu piel y tu boca mas nunca callaron las palabras de amor que por ti mi
alma prodigaba, y esos mismos labios te aconsejaron siempre para bien guiándote
por los caminos benignos de la vida.
Cerró
sus ojos dolido y se dejó caer sobre la cama conteniendo un mar de lagrimas y
con la vista perdida en un horizonte mucho mas allá del techo de su cuarto
murmuró…
-Acaso
el podrá quererte la mitad de lo que te he querido, amarte siquiera la mitad de
lo que te he amado, estará dispuesto a dar por ti la mitad de las cosas que yo he
dado, sacrificar la mitad de lo que he sacrificado, soportar la mitad de lo que
he soportado… acaso él es tan importante para ti como para lastimar a este
pobre ser que tanto te necesita y que sin consuelo dejas al margen abandonado…
Con
su pulso inquieto sostuvo la imagen frente a sí y concentrándose en los ojos alegres
e inocentes de la imagen insistió…
-Acaricia
él tu piel como yo lo hacía, dedicando a cada centímetro de ella la mas absoluta
atención, para saciar las ansias de tu corazón con el más completo de los
deseos, es tan dedicado como esta boca mía que apresaba en cada besos mil suspiros
de amor y te los daba uno a uno en cada rincón de tu ser, puede ese hombre
mirarte a los ojos como yo lo hacía y decirte sin dudarlo, sin pestañear, que
te ama como amarte yo dejar no he podido…
Cerró
sus ojos y volando entre sueños habló más consigo mismo que con ella…
-Pensar
que fui al primero que llamaste el día que murió tu padre y corrí a tu lado
para que mis hombros estuvieran prestos a contener tus lágrimas, fui yo quien en
aquella disputa que te metiste terminó apartándote del peligro anteponiéndose a
los golpes con tal de que a ti no te tocaran, como olvidar cuantas noches
agrias debí soportar aquella triste enfermedad que te acosaba y traerte
compresas frías, cuidarte y mimarte hasta que te sentías mejor, cuantas veces
cansada te deje dormir cuando en mi sangre solo quería hacerte el amor…
Y
sus labios se contrajeron, y en su rostro húmedo brilló la ira…
-Pensar
que te amé como eras, como fuiste para mi, con todas tus virtudes que no niego,
pero con todos tus defectos te amé, te amé aunque me mentías, te amé aunque me
callabas tus secretos, te amé aunque llegaras mil veces a mi lado y jamás me
dijeras que me querías, te amé sin despertar de ti nunca un abrazo, te amé sin
tener de ti un poco de consuelo, te amé sin que me regalaras palabras dulces, sin
que compartieras conmigo tus sueños, te amé de todas formas… te amé aunque
fueras fría conmigo en la cama, aunque me avergonzaras enfrente de mis amigos,
te amé aunque repudiaras a mi familia, te amé aunque todos me dijeran que no me
convenías, te amé aunque el mundo intento separarnos te amé… como a la vida
misma…
Sin
saberlo arrugó la foto entre sus manos y lloró sus últimas lágrimas…
-Te
amé porque necesitaba amarte, pese a todo fuiste una buena mujer, aunque no me
hallas amado como te amé, sé que me amaste, quizás, alguna vez, y me pregunto
querida mía si con todo lo que amarte te he amado aun así te fuiste ¿En qué
fallé? Perdóname si no te compre aquel vestido azul que tanto te gustó en
aquella tienda, perdóname que no pudimos concretar aquel viaje que teníamos planeado
en nuestro aniversario, persóname aquella ves que llegué a tu casa con las
manos vacías y era tu cumpleaños, perdóname ese día que olvidé que debía
pasarte a buscar y no lo hice, perdona esa tarde que nos quedamos en casa en vez
de salir a aquella fiesta que querías acudir, perdona la ves que no te pude
acompañar en esa ceremonia… simplemente perdona cada segundo de mi vida que no
pasé contigo pues de ello me arrepiento, perdona cada minuto de esa compañía en
que no te hice el amor o te sacie de besos y caricias porque ahora le echo de
menos, y perdóname por haberte amado… porque se que hice difícil tu partida cuando
decidiste abandonarme… perdóname por decirte que aun te amo…
Suspiró
profundamente, besó la fotografía, la hizo un pequeño bollo y trato de encestar
en la papelera, pero no se levantó para comprobarlo, simplemente se quedo
dormido, allí donde estaba… como saber que aquel papel regresó una vez más al cajón,
que entreabierto cobijaba viejos recuerdos y tan rara vez era revisado…
* * * * *
Eran
las tres de la tarde, y la bella mujer esperaba sentada en la plaza, su cabello
largo caía hasta la cintura, su mirada azul irradiaba juventud y alegría, sus
labios dejaban siempre entrever una sonrisa que nacía de su corazón cada vez
que pensaba en él, y siempre pensaba en él, ese hombre que en sus silencios
sabía decirle tantas cosas, y en su mirada confesarle tantas maravillas, aquel
hombre que tanto la quería y al que ella tan intensamente amaba, era tan
desagradable cada segundo del día que no estaba a su lado y su único consuelo
era saberlo suyo cuando el día moría y las estrellas perlaban la noche teniéndolo
para sí…
Hoy
él había trabajado por la tarde y ella había ido a esperar a alguien más a la
plaza, alguien que sabía pasaría por allí en ese momento, y la vio acercarse,
con su paso veloz para atender los niños que la esperaban en la casa y al vago
del marido que mantenía, con los ojos cansados como si añorara una vida que no
podría alcanzar, las manos callosas de tanto trabajar arruinándose la juventud como
ella había elegido, su cabello bajo los hombros aun contenía polvo y rastros de
quien sabe que habría estado limpiando aquel mediodía
Solo
la reconoció cuando la joven y bonita mujer se detuvo frente a ella, la mirada
en sus ojos lo dijo todo, pero era difícil saber si era rabia, envidia, odio, humillación…
la joven tendió su mano entregando un papel estrujado y la recién llegada lo
tomó en sus manos
-
Lo encontré en un viejo cajón, creí conveniente devolverte esto que es tuyo… ya
que él es mío…
Con
una sonrisa un poco malvada disfrutando su travesura se alejó, la desalineada
mujer desplegó aquella marchita fotografía que no tardó en reconocer, aquella
vieja imagen que aun atormentaba sus sueños tomada hacia unos 5 años cuando
ella era suya, y su cuerpo calentaba la cama de un hombre que realmente la
había amado. Ese día él vestía de azul, su color favorito, y su pelo estaba
despeinado por el viento de aquella tarde, entre sus brazos estaba ella, sonriendo
como pocas veces lo haría después de aquellas ves, sinceramente…
Quizás fueran las arrugas del
papel, quizás fueran viejas lagrimas que alguien había derramado sobre la foto,
quizás fueran los pliegues, el paso del tiempo o su imaginación… pero ella
podría jurar que él en esa foto al sacarla sonreía… y ahora lloraba…
Como lloró ella esa noche… y
todas las que le siguieron…
Kevin
Heves Maranetto Vranich
23/11/2011