Era un sabio muy reconocido en
sus dotes curativas que en busca de inspiración para nuevas sanaciones había
tomado un serpenteante camino entre las montaña buscando plantas que tenían
propiedades muy particulares y necesarias para el bien de la humanidad, sin embargo
durante el ascenso, intentando una escalada peligrosa, resbaló y callo por un
lado partiéndose varios huesos del cuerpo, inmovilizado casi en su totalidad
Como conocedor de la materia, le
tomo pocos momentos comprender que se hallaba a punto de morir necesitaba atención
inmediata para detener la hemorragia, para evitar una obstrucción que le ponía
en peligro, y por supuesto, ser trasladado a la mayor brevedad a un hospital,
pero en aquel solitario lugar aquello era lo mismo que condenarse a morir
Se reconfortó un momento
pensando que así le socorriera alguien sin ningún conocimiento en medicina el
mismo podría indicarle como tratarle y al menos retrasaría la hora de la muerte
- DIOS MIO - rogó el hombre - siempre
e sido hombre de fe y bondadoso con quien me a necesitado, he dedicado mi vida
a realizar el bien a los demás, curar niños, salvar vidas, cuidar a los
enfermos, apiádate de mí ahora que necesito de tu divina ayuda
Ni bien finalizó estas palabras
escuchó pasos y se alegró puesto que su oración había sido tan raídamente
respondida, en pocos segundos un hombre de buen vestir y bastón pasaba a su
lado con absoluta indiferencia
- OIGA - gritó molesto - como
puede pasar a mi lado sin socorrerme, no ve usted que estoy gravemente herido
por resbalarme por esa cuesta
- Perdone Usted - indicó el
hombre con cara nerviosa volteando a su lado - no puedo ver en absoluto, he
perdido la vista, dígame donde se encuentra que puedo hacer por usted, ¿es muy
grave?
- Si no puede ver no puedo
pedirle demasiado, hágame favor de ir hasta el pueblo más cercano y pedir
ayuda, espero aun respirar cunado envíen alguien por mi
Ni bien se hubo marchado el
hombre ciego con paso presuroso el sabio herido alzo al cielo la vista y rogó
de nuevo
- Dios mío por qué te burlas así
de mí, tu fiel siervo que siempre obró según tus mandamientos enviando alguien
incapaz de verme siquiera tendido a un lado del camino, envía Dios mío alguien
que pueda verme para socorrerme
En respuesta a sus ruegos
escuchó pasos una vez más, en esta ocasión caminaba desde el otro lado un
hombre, cual fuera la decepción del herido al comprobar que esta ves aquel sujeto
carecía por completo de sus brazos
Este, al verle, corrió a su lado
de inmediato preguntando que podía hacer por el
- Hace muy poco estuvo aquí un
hombre que no podía ver y fue por ayuda, me temo que yo no viva hasta su
regreso, puede usted ir por alguien que me socorra
Con toda amabilidad el hombre
sin brazos se apartó en la dirección que había marchado el hombre ciego
intentando darle alcance para socorrer aquel pobre hombre que había hallado
herid a un lado del camino, una vez más este elevaba a su Señor una oración
- Dios mío, no te burles más de mí,
me hallo al borde de la muerte, casi sin fuerzas ya, pronto debería estar en tu
reino si así lo deseas, pero es el mío permanecer aun en este mundo para ayudar
a otros, permíteme quedarme, envía a mi alguien que pueda atender mis heridas,
te juro que le indicare la mejor manera de tratarme y sobreviviré el tiempo suficiente
para que venga la ayuda que los otros hombres han ido a buscar
Una vez más en respuesta a su
ruego oyó pasos, en esta oportunidad un hombre que llevaba ropa raída, caminaba
descalzo y parecía que acababa de ser atacado por unos asaltantes se aproximó
hasta él y de inmediato comenzó a palparlo y rasgarle la ropa tocándole las
heridas
-Por el amor de Dios no ve que
estoy herido, tenga cuidado ¿Qué HACE? Maldición – el sujeto de inmediato se llevó
la mano a los labios y en los oídos en un claro e inconfundible gesto – Dios como
has podido hacer esto de enviarme ahora un hombre que no puede escucharme ¿cómo
sabrá entonces que hacer?
Y tanto se revolvió luchando
contra el hombre sordomudo que intentaba mantenerlo quieto que acabo por
desangrarse y morir antes que la ayuda llegara
Llegó entonces el sabio a las
puertas del cielo y se encontró frente a frente con el Señor
-
Dios mío por qué me has hecho esto, acaso no podría yo haber hecho aun mucho
bien alá en la tierra
-
lo hubieras hecho sin duda
-
No merecía señor entonces vivir otro tiempo en la tierra
-
Lo merecías
- Dime entonces porque enviaste a mi tres
hombres que no pudieron hacer nada por mi, cómo pudiste burlarte así de mi sufrimiento
- Nunca podría burlarme de tu dolor hijo mío,
fue tanto mi pesar cunado sentí tu ruego que de inmediato mande una persona a
socorrerte
-
Señor ese hombre era ciego
-
Así es, era un reconocido cirujano que estaba retirado luego que una
desagradable enfermedad le quitara la vista, si le hubieras indicado que debía hacer
nadie en la tierra mejor que él hubiera cuidado de ti y tus heridas
-
Comprendo que quizás no supe valorarle, peor por qué señor mío enviaste luego a
un hombre que no tenía brazos
-
Pediste alguien que fuera capaz de verte a un lado del camino y socorrerte
antes que nadie, ese hombre que acudió a ti había perdido sus brazos en un
accidente, pero era un maratonista olímpico y nadie antes que él hubiera podido
traerte ayuda medica
- Puedo entender eso también, pero porque cunado
rogué por alguien a quien guiar enviaste un hombre incapaz de irme
-
Hijo mío, escuché tu ruego, pero estabas demasiado malherido, eras incapaz de
cuidar de ti mismo pese a tu gran sabiduría estas heridas no eran tu
especialidad, el último hombre que envié por ti era un socorrista, el más
experimentados de cuantos puedas hallar en la tierra, comprendió lo grave de tu
situación e intento mantenerte tan quieto como fuera posible, pues había visto
al hombre que corría por ayuda y sabia su prioridad era mantenerte con vida,
pero tanto te retorciste entre sus manos que te desangraste y estas aquí…
Moraleja: a veces Dios no da lo
que pedimos y no somos capaces de valorarlo, a veces no da lo que pedimos y no
podemos comprenderlo, a veces no da incluso más de lo que pedimos y somos
incapaces de aceptarlo.
A veces lo que Dios hace llegar a
nuestra vida no es perfecto, no es exactamente lo que nosotros hubiéramos querido,
pero si aprendemos a dejar de lado nuestro orgullo y recibimos su gloria con
las manos abiertas sin prejuzgar podemos salvar incluso nuestras vidas… a
veces, de cosas peores que la muerte…
Kevin Heves Maranetto
Vranich
30/09/2014
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