martes, 30 de septiembre de 2014

Dios y sus mensajeros:


Era un sabio muy reconocido en sus dotes curativas que en busca de inspiración para nuevas sanaciones había tomado un serpenteante camino entre las montaña buscando plantas que tenían propiedades muy particulares y necesarias para el bien de la humanidad, sin embargo durante el ascenso, intentando una escalada peligrosa, resbaló y callo por un lado partiéndose varios huesos del cuerpo, inmovilizado casi en su totalidad
Como conocedor de la materia, le tomo pocos momentos comprender que se hallaba a punto de morir necesitaba atención inmediata para detener la hemorragia, para evitar una obstrucción que le ponía en peligro, y por supuesto, ser trasladado a la mayor brevedad a un hospital, pero en aquel solitario lugar aquello era lo mismo que condenarse a morir
Se reconfortó un momento pensando que así le socorriera alguien sin ningún conocimiento en medicina el mismo podría indicarle como tratarle y al menos retrasaría la hora de la muerte

- DIOS MIO - rogó el hombre - siempre e sido hombre de fe y bondadoso con quien me a necesitado, he dedicado mi vida a realizar el bien a los demás, curar niños, salvar vidas, cuidar a los enfermos, apiádate de mí ahora que necesito de tu divina ayuda

Ni bien finalizó estas palabras escuchó pasos y se alegró puesto que su oración había sido tan raídamente respondida, en pocos segundos un hombre de buen vestir y bastón pasaba a su lado con absoluta indiferencia

- OIGA - gritó molesto - como puede pasar a mi lado sin socorrerme, no ve usted que estoy gravemente herido por resbalarme por esa cuesta
- Perdone Usted - indicó el hombre con cara nerviosa volteando a su lado - no puedo ver en absoluto, he perdido la vista, dígame donde se encuentra que puedo hacer por usted, ¿es muy grave?
- Si no puede ver no puedo pedirle demasiado, hágame favor de ir hasta el pueblo más cercano y pedir ayuda, espero aun respirar cunado envíen alguien por mi

Ni bien se hubo marchado el hombre ciego con paso presuroso el sabio herido alzo al cielo la vista y rogó de nuevo

- Dios mío por qué te burlas así de mí, tu fiel siervo que siempre obró según tus mandamientos enviando alguien incapaz de verme siquiera tendido a un lado del camino, envía Dios mío alguien que pueda verme para socorrerme

En respuesta a sus ruegos escuchó pasos una vez más, en esta ocasión caminaba desde el otro lado un hombre, cual fuera la decepción del herido al comprobar que esta ves aquel sujeto carecía por completo de sus brazos
Este, al verle, corrió a su lado de inmediato preguntando que podía hacer por el

- Hace muy poco estuvo aquí un hombre que no podía ver y fue por ayuda, me temo que yo no viva hasta su regreso, puede usted ir por alguien que me socorra

Con toda amabilidad el hombre sin brazos se apartó en la dirección que había marchado el hombre ciego intentando darle alcance para socorrer aquel pobre hombre que había hallado herid a un lado del camino, una vez más este elevaba a su Señor una oración

- Dios mío, no te burles más de mí, me hallo al borde de la muerte, casi sin fuerzas ya, pronto debería estar en tu reino si así lo deseas, pero es el mío permanecer aun en este mundo para ayudar a otros, permíteme quedarme, envía a mi alguien que pueda atender mis heridas, te juro que le indicare la mejor manera de tratarme y sobreviviré el tiempo suficiente para que venga la ayuda que los otros hombres han ido a buscar

Una vez más en respuesta a su ruego oyó pasos, en esta oportunidad un hombre que llevaba ropa raída, caminaba descalzo y parecía que acababa de ser atacado por unos asaltantes se aproximó hasta él y de inmediato comenzó a palparlo y rasgarle la ropa tocándole las heridas

-Por el amor de Dios no ve que estoy herido, tenga cuidado ¿Qué HACE? Maldición – el sujeto de inmediato se llevó la mano a los labios y en los oídos en un claro e inconfundible gesto – Dios como has podido hacer esto de enviarme ahora un hombre que no puede escucharme ¿cómo sabrá entonces que hacer?

Y tanto se revolvió luchando contra el hombre sordomudo que intentaba mantenerlo quieto que acabo por desangrarse y morir antes que la ayuda llegara
Llegó entonces el sabio a las puertas del cielo y se encontró frente a frente con el Señor

- Dios mío por qué me has hecho esto, acaso no podría yo haber hecho aun mucho bien alá en la tierra
- lo hubieras hecho sin duda
- No merecía señor entonces vivir otro tiempo en la tierra
- Lo merecías
- Dime entonces porque enviaste a mi tres hombres que no pudieron hacer nada por mi, cómo pudiste burlarte así de mi sufrimiento
- Nunca podría burlarme de tu dolor hijo mío, fue tanto mi pesar cunado sentí tu ruego que de inmediato mande una persona a socorrerte
- Señor ese hombre era ciego
- Así es, era un reconocido cirujano que estaba retirado luego que una desagradable enfermedad le quitara la vista, si le hubieras indicado que debía hacer nadie en la tierra mejor que él hubiera cuidado de ti y tus heridas
- Comprendo que quizás no supe valorarle, peor por qué señor mío enviaste luego a un hombre que no tenía brazos
- Pediste alguien que fuera capaz de verte a un lado del camino y socorrerte antes que nadie, ese hombre que acudió a ti había perdido sus brazos en un accidente, pero era un maratonista olímpico y nadie antes que él hubiera podido traerte ayuda medica
- Puedo entender eso también, pero porque cunado rogué por alguien a quien guiar enviaste un hombre incapaz de irme
- Hijo mío, escuché tu ruego, pero estabas demasiado malherido, eras incapaz de cuidar de ti mismo pese a tu gran sabiduría estas heridas no eran tu especialidad, el último hombre que envié por ti era un socorrista, el más experimentados de cuantos puedas hallar en la tierra, comprendió lo grave de tu situación e intento mantenerte tan quieto como fuera posible, pues había visto al hombre que corría por ayuda y sabia su prioridad era mantenerte con vida, pero tanto te retorciste entre sus manos que te desangraste y estas aquí…

Moraleja: a veces Dios no da lo que pedimos y no somos capaces de valorarlo, a veces no da lo que pedimos y no podemos comprenderlo, a veces no da incluso más de lo que pedimos y somos incapaces de aceptarlo.

A veces lo que Dios hace llegar a nuestra vida no es perfecto, no es exactamente lo que nosotros hubiéramos querido, pero si aprendemos a dejar de lado nuestro orgullo y recibimos su gloria con las manos abiertas sin prejuzgar podemos salvar incluso nuestras vidas… a veces, de cosas peores que la muerte…

Kevin Heves Maranetto Vranich

30/09/2014




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