Él era hombre de manos ásperas, acostumbrado a labrar la tierra y
cuidar los animales de su tierra.
No era tan trabajador como su vecino del norte que se levantaba con el
canto del gallo y trabajaba aún bajo la luz de la launa. Moreno por trabajar de
sol a sol, alto, fornido, musculoso, con tierras extensas y cuidadas, buen
samaritano que nunca le había negado una mano a quien la necesitara, hijo de
gente de campo, y padre de niños de campo que a su vivo ejemplo le ponían la
vida hombro con hombro
Tampoco era tan afortunado como su vecino del sur, la parcela que este había
heredado era fértil y generosa en su producción, la cruzaba un rio que proveía
de agua a los animales y poseía una vertiente natural y cristalina justo junto
a la residencia principal. Su fallecido padre, hombre como los hay pocos, supo aprovechar
las oportunidades de la vida, y tuvo muchas, así logro tener un buen capital
con el que comprar las mejores herramientas, los mejores animales, las mejores
semillas, y el fruto de todo esto le había sido servido en bandeja a su hijo y
a los hijos de este quiénes habían contratado personas para que cuidaran lo
suyo y disfrutaban los beneficios sin apenas echarle ganas.
El solo era un hombre con ganas de progresar y salir adelante, no
envidiaba al vecino del sur aunque le hubiera venido bien su buena fortuna,
tampoco pretendía los logros de aquel a su norte porque sabía que no ponía en
lo suyo el sano empeño de aquel otro hombre, y por si fuera poco, alguna vez le
había prestado ayuda y consejo, mas que un vecino lo sentía un amigo
La vida le había ido robando los años uno a uno, ya no era tan joven
como antes, el trabajo duro hacia que los músculos comenzaran a quejarse, por
azares del destino la gracia no le había dado hijos que le ayudaran en las
tareas y mientras intentaba progresar se aseguraba del al menos mantener todo
cuando había logrado con el sudor de aquella arrugada y marchita frente
De las puertas para adentro estaba su mujer, venia de la ciudad y de
una familia que no había pasado ninguna necesidad, había sido un duro golpe
adaptarse al campo, pero en un arrebato de amor, y de rebeldía, se había casado
y ahora enfrentaba esta nueva vida… como podía…
Tenía muchos días buenos en los que salía y disfrutaba el aire puro del
amanecer, la brisa tibia del atardecer, la fragancia de las flores del campo,
lo comida fresca sobre la mesa, con ese sabor de aquello recién cosechado o
aquellas carnes donde apenas había dejad de latir la vida…
Pero tenía muchos d ellos otros días, donde maldecía tener que usar una
bomba para obtener el agua en ves de sacarla de un grifo, las luces de las
velas que se tambaleaban en ves de prender una llave, tener que usar una cocina
a leña en vez de una moderna… y así, algunas veces, la ahogaba una profunda depresión
recordando todas aquellas comodidades que había dejado atrás siguiendo un
momento de locura en la juventud…
Aquel día el tiempo había amanecido malo pero el hombre de buen humor había
querido regalarle un paseo a su mujer, se subieron al vehículo y partieron
rumbo al mercado, uno de esos lindos momentos que el procuraba cuando la veía decaída,
era su humilde forma, algo tosca, de levantarle los ánimos…
Se le dibujo una sonrisa entre sus gruesos labios cuando la noto
entusiasmada al llegar, caminando de puesto en puesto y mirando las cosas con curiosidad
y entusiasmo, susurrándole comentarios de cuanta cosa veía en cada tienda…
-Pero mira que tomates mas grandes tienen aquí, y estas zanahorias, que
grandes son, y mira estas naranjas si no son enormes… y mira que pinta tiene
esta libre en escabeche… y estas carnes saladas, y mira, mira aquí, estos
chorizos secos que buenos se ven…
El caminaba atrás, sonreía sin tanto entusiasmo ya, en casa también había
tomates, mas pequeños pero mas sabrosos, estaba seguro, sus zanahorias no crecían
tanto porque el las juntaba mas pequeñas para que fueran mas tiernas, sus
naranjales daban naranjas más pequeñas, pero dulces y sin semillas, en su depósito
había escabeche de liebre y perdiz, y solía decir que no le gustaba el sabor
avinagrado, el también salaba carnes y embutía chorizos para secar… y sabían bien…
pero todo, para ella, en aquel mercado era mejor que lo que tenía en casa…
La mujer se fue perdiendo entre las personas y el mirando alrededor, a
los tenderos y transeúntes comenzó a preguntarse si aquellas personas, para
ella, también serían mejor que lo que tenía en casa…
Al atardecer volvieron por donde habían venido, allí traía ella
entusiasmada sus tomates, sus naranjas, sus zanahorias y escabeches, su carne
salada y su chorizo seco… el volvió con la cartera mas vacía gastando el poco
dinero que tenia en cosas que ya poseían, pero había comprado un poco de buen
humor para ella…
Al final se comió los tomates con gusto a nada, las naranjas insípidas,
las zanahorias duras y las demás cosas que como no estaban tan buenas quedaron
en un estante para ponerse malas… y mientras compro la felicidad de aquella caprichosa
mujer… vendió la suya… sin darse cuenta siquiera…
Kevin Heves Maranetto Vranich
11/10/2021
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