El pobre
hombre llevaba ya dos horas en aquella esquina pidiendo monedas, en el sombrero
había logrado juntar ya un puñado de ellas, dos billetes de baja denominación y
en su espíritu la indulgencia humana… y más insultos y agravios de los que
pudiera recordar…
Vio detenerse
frente a si un par de zapatos negros, perfectamente lustrados, sobre ellos unos
pantalones que hacían juego con el saco, un traje de primera línea, la corbata
no parecía ser de primera calidad pero lo disimulaba perfectamente, era de un
azul intenso y agradable que hacía juego con los ojos del caballero…
Ante la
oportunidad de recibir algún dinero, aunque no esperaba que aquel sujeto fuera
especialmente generoso, con los años había aprendido que cuanto más humilde era
la persona más generosa resultaba, así que estiró su sombrero en su dirección con
un gesto mecánico y fluido de quien lo a repetido un millón de veces con anterioridad.
El sujeto
revolvió en sus bolsillos, eso era buena señal, algunos simplemente dirigían la
vista en otra dirección fingiendo no verlo, aunque la gran mayoría de quienes revisaba
sus bolsillos fingía no tener nada allí cunado era demasiado obvio lo
contrario. Este caso no fue del todo una excepción
Pudo, con el rabillo
del ojo, ver la mano bajo la tela palpando algunos billetes, seguramente vuelto
de una compra demasiado próxima porque no estaban en la billetera, diviso los
dedos escurriéndose hasta los últimos rincones del bolsillo y sopesando con
cuidado aquellas redondeces metálicas que había en el fondo, como calculando su
valor y cantidad, finalmente extrajo unas cuantas monedas, el mendigo calculo
que la mitad de las que había en el bolsillo, y las colocó en el sombrero
-Gracias…
-De nada…
Sin embargo el
hombre se mantenía firme frente al pordiosero, y este se sentía un poco
incómodo ante la situación, bajó la vista como persuadiéndolo para que se
retirara, pero los zapatos no se movían, era de esperarse que aquel sujeto, entonces,
tampoco lo hiciera, finalmente le escuchó hablar
- ¿Me permite
una pregunta?
- Este… si…
como no…
- ¿Por qué hace
esto? ¿Porque no estudio, busco trabajo, hizo una carrera?¿Porque no se baña,
se corta esa barba, se arregla el pelo y consigue un trabajo? No me diga que no
hay oportunidades porque para ser un cadete ni siquiera se necesita ningún estudio,
basta con saberse algunas calles y direcciones, y si no sabe leer hay muchas escuelas
para personas adultas… ¿Por qué prefiere mendigar en la calle?
El veterano
se rascó la barba, tomo las monedas del sombrero y se las guardó en un
bolsillo, el único bolsillo sano de aquel viejo saco, se colocó el sombrero y
medito reflexivamente las preguntas de aquel hombre dudando como responderlas
con tanto, finalmente su voz cansada vibró con claridad en el aire
-Me sería más
fácil caballero, decirle esas cosas, que la vida no me dio oportunidades, que
no pude estudiar y que necesito vivir del sistema, pero no me sentiría a gusto
conmigo mismo si le mintiera así. Mi familia tuvo un comienzo muy humilde, mi
padre trabajaba pero no ganaba lo suficiente para vivir, mi madre a veces se
veía en la necesidad de pedir monedas como lo hago yo, sobre todo a fines de
mes cuando no llegábamos, pero, sabrá usted, es la peor fecha para pedir
monedas porque en ese entonces muy pocos tienen un vuelto que les ante
sobrando. Sin embargo los lujos de los que carecí se saciaron con un infinito
amor. Mis padres me enviaron a estudiar,
con un máximo sacrificio como comprenderá, escuelas públicas se entiende, y no
me fue tan mal, yo deseaba ser mejor para que ellos estuvieran orgullosos de mí,
pero el esfuerzo fue demasiado y se llevó a mi padre antes de terminar la
secundaria, fue muy dura ¿sabe? Pero mi madre me dijo que siguiera adelante,
que no me rindiera y lo hice, fui a la universidad, no se imagina lo duro que
es ir a la universidad con agujeros en las zapatillas como se ríen y se burlan
de uno, pero me fue bien, casi al graduarme perdí a mi madre, fue otro golpe
duro, pero seguí adelante, conseguí buenos trabajos, un día estaba caminando
por la calle y vi un pordiosero pidiendo monedas, palpe mi billetera con temor
de que aquel pobre sujeto intentara asaltarme y pase frente a él mirando hacia
otro lado… a la cuadra me volví y le deje unas monedas, su sonrisa me recordó a
la de mi padre y mi madre cuando tenían comida para llevar a la mesa. Fue entonces
cunado comprendí que me había convertido en una de esas personas que salieron de
la necesidad y progresaron a costillas de muchos que no pudieron hacerlo, y les
había vuelto la espalda… No paso mucho tiempo antes que cambiara mi forma de
ser, deje de pasar frente a las personas ignorándolas, aprendí a ayudar a los
pobres diablos de la calle, a ese sujeto que por una ganancia mediocre pasa los
días yendo de puerta en puerta tratando de vender medias o alguna otra cosa, aprendí
que todos somos seres humanos y tenemos que reintegrar a la humanidad no solo
lo que nos ha dado si no mil veces más… Finalmente termine viniendo aquí por lo
menos una vez a la semana, para ver cómo
va la sociedad, cuántos hay que se detienen a dar monedas, cuantos hay que siguen
de largo mirando a otro lado… es una
manera de saber que tan tristemente está contaminada esta ciudad…
- ¿Pero no hubiera sido mucho
mejor que conservara ese trabajo y ayudara entonces a otros mendigos en ves de
convertirse en uno?
- Si hubiera hecho eso no
habrían aprendido la lección, Usted se asombraría cuantas personas de traje
pasan frente a mi palpándose las billeteras y siguen de largo, y cuántos
hombres de la calle han visto alguna vez mi sombrero vacío al terminar el día y
comparten un pedazo de pan con este servidor. Siento que desde aquí, desde este
humilde lugar puedo ver la sociedad tal y como es, sin el humo y sin los trucos
de espejo de la etiqueta, ante mi todos están desnudos y veo las personas tal
cual son
El sujeto pareció satisfecho y
se retiró entonces meditando aquellas palabras, el mendigo lo vio marchar y se
preguntaba si las reflexiones compartidas calarían muy hondo aquel sujeto o si
las olvidaría al día siguiente
Se levantó de su lugar y camino
lentamente por las calles detectando las miradas que se apartaban a su paso
como si fuera portador de la lepra, se dirigía a una zona que pocos hombres de
esa condición frecuentaban, los barrios finos de la ciudad, donde más dinero
había era donde menos se podía ganar pidiendo monedas, que triste ironía
Ya sobre el centro se metió en
uno de los limpio callejones posteriores que usaban los grandes caserones para
el personal, abrió un portón con total soltura y de manera discreta atravesó un
amplio jardín lleno de flores y árboles frutales, entro por una puerta pequeña
de servicio y se dirigió presuroso a una de las habitaciones de la casa
Se sentó en una cama increíblemente
cómoda de estilo colonial y sacó las monedas del bolsillo, las conto dos o tres
veces hasta que estuvo seguro del resultado, 22 dólares con 85 centavos
Dejo el dinero sobre la cama y
entró en un cuarto de baño, estuvo allí al menos media hora y cuando salió parecía
otra persona.
Con el pelo prolijamente recogido,
sin la barba falsa, pulcramente aseado y con su formal ropa de vestir era un
hombre de mundo, un hombre de principios, alguien que había logrado triunfar, como
todos los demás, a costillas de otros. Bajo
de la recamara al comedor y `pidió que le sirvieran al cena, uno de sus asistentes
se acercó entonces con total respeto
- Señor, Llamaron de la
fundación de ayuda social, indicaron que ya pusieron el nuevo plan para
favorecer a madres jóvenes y a niños con problemas del que habían estado
hablando, preguntaban si va a realizar su donación de manera regular como hace siempre
- Destina diariamente 22.850 dólares
de la caja chica para la fundación
- Una cifra bastante inferior a
la que venía realizando
- Digamos que hoy cunado Salí a reflexionar
en la calle cuanto debía donar me pareció que la ciudad era más egoísta de lo
normal y no merecían más compasión por ello de las que ellos mismo brindan a
sus prójimos
- Por supuesto mi señor, me
permito avisarle que un hombre lo espera en la sala hace ya rato
- Iré enseguida a verlo
Cuando terminó de comer se dirigió
al recibidor, allí se hallaba alguien que le resultaba familiar, el sujeto lo
miró detenidamente, durante un minuto pareció conocerle de algún lado pero
enseguida acabó apartando las ideas…
- Soy el reportero de la VWS, teníamos
una cita para esta noche
- Por supuesto, lo había olvidado, tome asiento, imagino que
tendrá algunas preguntas
- Si, así es, a
nuestros lectores le interesa saber como fue que llegó a tener la
fortuna de la que hoy es dueño y que es aquello que le impulsa a donar cifras
tan generosas de manera cotidiana
- Claro, póngase cómodo… verá usted, me sería más fácil decirle
que fue simplemente suerte, que basto con estudiar en las mejores
universidades, pero nada estaría más lejos de la verdad… la realidad es que mi familia
tuvo un comienzo muy humilde, mi padre trabajaba pero no ganaba lo suficiente
para vivir, mi madre a veces se veía en la necesidad de pedir monedas, sobre
todo a fines de mes cuando no llegábamos…
Y a medida que aquel hombre relataba su historia los ojos del periodista se habrían más y más…
Kevin Heves Maranetto
Vranich
10/02/2014
10/02/2014