El hombre extendió el documento que lo acreditaba dibujando una
sonrisa sutil que no quedaba demasiado bien en su rostro varonil, con una
tupida barba amorronada y sus ojos de un azul ligeramente claro.
El inspector de aduana tomó rutinariamente el pasaporte y lo
inspeccionó minuciosamente, era joven y aún no llegaba a su cuarta década, pero
conocía el oficio de hacía ya casi dos. Destacado por excelencia entre sus
compañeros había tenido muchas oportunidades de un cargo más tranquilo, de
escritorio, pero no era lo suyo.
Nada igualaba la satisfacción cuando descubría un traficante por un
tic en los labios, o una persona que intentaba entrar ilegalmente con visas
falsas, tenía su propio record en estos ámbitos y por ello a veces despertaba
envidia entre sus compañeros, incluso por su jefe que veía constantemente
peligrar su puesto ante el inminente ascenso de el señor Diaz, solo era cuestión
de tiempo para que buscara una posición más cómoda, mejor remunerada y perdería
su trabajo y sería Díaz quien lo botaría de allí…
Pero Díaz prestaba poca atención a todo ello, le gustaba su trabajo,
estaba orgulloso de la manera profesional que desempeñaba su papel en la
sociedad y la seguridad de su país, por eso rara vez un detalle se escapaba a
sus minuciosos ojos que lo escrutaban todo.
Y aquel momento no era para nada una excepción, la credencial que
sostenía en sus manos, a juicio de cualquier otro en su lugar, no tendría
absolutamente ni el menor atisbo de ser irregular, peor a Diaz algo no le
cerraba en ella.
La foto del documento era el vivo reflejo del hombre que la
presentaba, ni un solo cabello parecía estar más largo, ni el bigote más
recortado… era inusual pero no necesariamente algo incriminatorio, muchas
personas cambiaban tanto su aspecto que eran prácticamente irreconocibles en
las credenciales, otros tantos acostumbraban siempre el mismo sastre, el mismo
peluquero, y la apariencia resultaban un claro reflejo de la que habían tenido
varios años atrás sin que el menor cambio se produjera…
Era allí donde un detalle se unía a otro, el pequeño carné estaba
fechado hacía dos años, tres meses y nueve días exactamente, sin embargo,
aunque el hombre pudiera no haber cambiado en lo más mínimo su aspecto aquel
documento debería presentar al menos algún ligero desgaste o daño por el uso
Nada. Ni siquiera parecía tener un raspón, ni el más leve daño en
sus esquinas, común al introducirlo y sacarlo de bolsos, monederos o
billeteras. Realmente parecía manufacturado hace poco, Diaz se arriesgaría a apostar
que esa misma mañana, quizás, minutos antes de abordar el avión. La pregunta
era ¿Para que falsificar el documento?
Examinó con una agradable sonrisa al sujeto evitando delatar su
suspicacia. No iba halarle los cabellos para comprobar si era una peluca o una
barba postiza, pero sus ojos, expertos en ello, podían adivinarles naturales o
de lo contrario un trabajo excelente ¿Tratarse acaso de una mascara facial
completa? Si era así resaltaba un trabajo verdaderamente profesional y podía
hallarse ante alguien peligroso
Mientras bajaba de nuevo los ojos al documento simulando no hallar
nada extraño recorrió el contorno de la persona, ya había pasado los escáner
para detectar metales u armas similares con éxito, cabía siempre la posibilidad
de sobornar a los guardias previamente, pero la ropa que usaba no era demasiada
holgada, daba pocas oportunidades de esconder un arma regular, quizás alguna de
esas tan pequeñas que parecían de televisión, ya había tenido oportunidad de
ver alguna y saber muy bien que eran reales, y también el daño que podían
hacer…
- ¿Sería tan amable de aguardar un minuto…?
El sujeto sonrió compresivamente y Diaz se dirigió a la parte posterior,
llevando disimúladamente con él el documento de aquel hombre, estaba seguro que
allí había algo que no iba en el conjunto, se acercó a una mesa, su escritorio
particular, del segundo cajón sacó una lupa y revisó de nuevo aquella
credencial
Como lo habían hecho sus ojos al desnudo la lupa confirmó que no había
ningún signo de desgaste en aquel documento, era nuevo, recién hecho, pero
fechado hacía varios años ¿Cual era la probabilidad que tras hacerlo no
necesitara presentarlo en ningún sitio hasta aquel momento? Sin duda increíblemente
improbables, pero no del todo imposibles pese al mundo moderno actual. Inspeccionó
las marcas de autenticidad propias de aquella variedad de documentación y las
comparó con varias muestras falsas y una verdadera, era autentica en todo
detalle excepto que resultaba completamente nueva.
Sacó de un bolsillo, donde disimuladamente había guardado otro de
los documentos que el sujeto presentaba, era una simple acreditación, también
fechada hacia algún tiempo, algo arrugada, sin embargo el papel parecía impreso
aquel mismo día y deteriorado intencionalmente, un trabajo que a otros ojos
podría haber pasado inadvertido pero días encontró un claro patrón entre ambas
acreditaciones, era momento de seguir el protocolo, solicitaría que pasara a un
apartado para hablar o resolver alguna irregularidad y luego, con apoyo
policial procederían de ahí en más
Tomó los documentos y salió nuevamente, el sujeto estaba allí, no
parecía nervioso, eso era raro, parecía seguro de si mismo, eso no era tan
raro, fue a dejar las cosas sobre el mostrador y notó que había algo que anteriormente
allí no se encontraba, un simple recorte irregular de una hoja de cuaderno, en
el solo la palabra “Llame” y debajo un número telefónico que parecía de otro
país
A Díaz le recorrió un escalofrío por la espalda, descuidadamente
preguntó si el papel era del caballero, pero se encogió de hombros, sin duda
era un sujeto astuto, no iba a comprometerse, pero Diaz también era una persona
sensata, si el hombre no era peligroso y llamaba a aquel número comprendería
que estaba correctamente acechando a otro individuo que comprometía la
seguridad de su bella nación, y si realmente corría un peligro, siempre podría
haber un cómplice camicase con una bomba, un arma que le apuntara desde la
distancia o quien sabe que, no perdía nada constatándolo y salvaguardando su
vida. En una de esas era un apunte de otro pasajero que pasara desapercibido
anteriormente…
Dudó un segundo si llamar a seguridad primero, sería lo más sensato,
también podía llamar desde el teléfono en el interior del modesto despacho que
él ocupaba con los otros agentes de aduna, pero estaría un poco más
comprometido, allí, en público, era más difícil que atentaran contra él.
Se disculpó con toda cortesía, tomo el papel dejando en el sitio los
pasaportes de aquel hombre, y se encaminó al teléfono en uno de los lados del
mostrador, marcó sin dificultad y aguardó casi cinco segundos, una vos metálica
sonó del otro lado tras un chirrido y le anuncio que la llamada estaba siendo transferida,
luego debió aguardar casi veinte segundos más antes que una voz masculina le
atendiese, no se presentó, exclamó una simple y tajante orden.
-¡Déjelo pasar!
-¿Así como así? – preguntó algo divertido - ¿Solo porque me lo pide
un desconocido que no se identifica al otro lado de un teléfono?
- Aguarde un momento
Diaz aguardó ¿Que más daba? Al cabo de otros tantos segundos escuchó
que le hablaban nuevamente, una vez más sintió algo helado recorrerle la
espalda, del otro lado del auricular le indicaron donde trabajaba, su nombre completo,
enumeraron varios servicios que usaba, incluyendo, sin falta, su dirección, la
matricula de su auto, el número de su cuenta bancaria y las notas de su hija de
trece años
No era alguien común, era la primera vez que Diaz se enfrentaba a
algo similar, y en este momento que lo pensaba nunca se imaginó en esta situación,
por primera vez en su vida se arrepintió de no haber aceptado un asenso, y se
le cruzó por la mente incluso, que no dudaría en aceptar la oferta si volvían a
realizársela, unos instantes después recuperó la cordura, esta era una
oportunidad única…
Quizás era un terrorista del más alto nivel, un traficante de alto
rango, un acecino por contrato, fuese cual fuese el caso, atrapar una persona
así era algo sin precedente, imaginó con cuanto honor lo galardonarían, y
también se sintió bien imaginando, así sea un poco, la envidia de sus
compañeros resolviendo esta situación
¿Pero como resolverla? No podía ya pedirle que pasara al cuarto para
sospechosos, con la información que había pasado fácilmente podrían hacerle
daño a su familia, esfumar en un segundo los ahorros de su vida, tampoco
dejarlo continuar, dejar que una persona tan peligrosa entrara al país ¿Con que
propósito vendría? La voz dijo algo más…
- Tranquilo Señor Díaz, nada pasará a su familia ni a usted mismo si
es lo que está pensando, simplemente no podemos decirle de que se trata, pero
no es ni un acecino ni un traficante, se encuentra ante un agente especial
¿Comprende? Si le diéramos más información comprometeríamos la seguridad del
estado, también sería peligroso para usted que supiera más, nuestro hombre está
en una misión tan comprometedora para la seguridad mundial que viaja totalmente
encubierto, y no crea que le daríamos esta información a cualquiera, tenemos su
excelente historial de trabajo, es indudable que su perspicacia es excelente,
nadie en su lugar hubiera necesitado llamar a este número, mañana, cuando
despierte, será una vida nueva para usted, sabemos que rechazó su asenso varias
veces, esta vez no podrá evitarlo, gente como usted la necesitamos para tareas
más importantes, es un orgullo para su país tenerlo, no desvalorice su trabajo
como un simple inspector de aduana
La línea se cortó, Diaz tuvo que intentar dos veces colgar el teléfono
sin acertar del todo, le temblaba la mano, se hallaba entre al espada y la
pared, parecía de una película de Holliwood, pero esto no es la pantalla
grande, acá no ganan siempre los buenos, su familia estaba en peligro, él
estaba en peligro ¿Porque no podía ser una agente especial de su país u otro?
Detenerlo, causarle un inconveniente era un error tan irremediable como no
aprenderlo si era un delincuente, tenía que decidir, no quiso meditarlo, se
sentía lívido, a punto de desvanecerse
La voz del teléfono sonaba sincera, el sabía percibir una mentira
¿Habrían logrado engañarle? No era fácil aquello, a Díaz no se lo engañaba con
facilidad, pero por teléfono, un hombre capacitado…
Se acercó al mostrador, esta vez no pudo sonreír, el sujeto lo miró
con curiosidad
- ¿Todo en orden?
- Todo está perfecto, disculpe la demora… puede usted pasar
- Gracias
Diaz suspiró mientras veía alejarse al sujeto de espaldas sin
voltear atrás siquiera una vez, estrujó un pequeño papel y lo guardó en su
bolsillo… nunca se sabe…
Cuando Díaz despertó aquella mañana jamás imagino que un Neptuniano
llegaría a su puesto de aduana y le haría pasar por aquello, ni que su vida
cambiaría de allí en más, se había involucrado en algo más grande de lo que
pudiera imaginar…
Kevin Heves Maranetto Vranich
19/03/2013
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