sábado, 23 de marzo de 2013

El Neptuniano – La aduana




El hombre extendió el documento que lo acreditaba dibujando una sonrisa sutil que no quedaba demasiado bien en su rostro varonil, con una tupida barba amorronada y sus ojos de un azul ligeramente claro.
El inspector de aduana tomó rutinariamente el pasaporte y lo inspeccionó minuciosamente, era joven y aún no llegaba a su cuarta década, pero conocía el oficio de hacía ya casi dos. Destacado por excelencia entre sus compañeros había tenido muchas oportunidades de un cargo más tranquilo, de escritorio, pero no era lo suyo.
Nada igualaba la satisfacción cuando descubría un traficante por un tic en los labios, o una persona que intentaba entrar ilegalmente con visas falsas, tenía su propio record en estos ámbitos y por ello a veces despertaba envidia entre sus compañeros, incluso por su jefe que veía constantemente peligrar su puesto ante el inminente ascenso de el señor Diaz, solo era cuestión de tiempo para que buscara una posición más cómoda, mejor remunerada y perdería su trabajo y sería Díaz quien lo botaría de allí…
Pero Díaz prestaba poca atención a todo ello, le gustaba su trabajo, estaba orgulloso de la manera profesional que desempeñaba su papel en la sociedad y la seguridad de su país, por eso rara vez un detalle se escapaba a sus minuciosos ojos que lo escrutaban todo.
Y aquel momento no era para nada una excepción, la credencial que sostenía en sus manos, a juicio de cualquier otro en su lugar, no tendría absolutamente ni el menor atisbo de ser irregular, peor a Diaz algo no le cerraba en ella.
La foto del documento era el vivo reflejo del hombre que la presentaba, ni un solo cabello parecía estar más largo, ni el bigote más recortado… era inusual pero no necesariamente algo incriminatorio, muchas personas cambiaban tanto su aspecto que eran prácticamente irreconocibles en las credenciales, otros tantos acostumbraban siempre el mismo sastre, el mismo peluquero, y la apariencia resultaban un claro reflejo de la que habían tenido varios años atrás sin que el menor cambio se produjera…
Era allí donde un detalle se unía a otro, el pequeño carné estaba fechado hacía dos años, tres meses y nueve días exactamente, sin embargo, aunque el hombre pudiera no haber cambiado en lo más mínimo su aspecto aquel documento debería presentar al menos algún ligero desgaste o daño por el uso
Nada. Ni siquiera parecía tener un raspón, ni el más leve daño en sus esquinas, común al introducirlo y sacarlo de bolsos, monederos o billeteras. Realmente parecía manufacturado hace poco, Diaz se arriesgaría a apostar que esa misma mañana, quizás, minutos antes de abordar el avión. La pregunta era ¿Para que falsificar el documento?
Examinó con una agradable sonrisa al sujeto evitando delatar su suspicacia. No iba halarle los cabellos para comprobar si era una peluca o una barba postiza, pero sus ojos, expertos en ello, podían adivinarles naturales o de lo contrario un trabajo excelente ¿Tratarse acaso de una mascara facial completa? Si era así resaltaba un trabajo verdaderamente profesional y podía hallarse ante alguien peligroso
Mientras bajaba de nuevo los ojos al documento simulando no hallar nada extraño recorrió el contorno de la persona, ya había pasado los escáner para detectar metales u armas similares con éxito, cabía siempre la posibilidad de sobornar a los guardias previamente, pero la ropa que usaba no era demasiada holgada, daba pocas oportunidades de esconder un arma regular, quizás alguna de esas tan pequeñas que parecían de televisión, ya había tenido oportunidad de ver alguna y saber muy bien que eran reales, y también el daño que podían hacer…
- ¿Sería tan amable de aguardar un minuto…?
El sujeto sonrió compresivamente y Diaz se dirigió a la parte posterior, llevando disimúladamente con él el documento de aquel hombre, estaba seguro que allí había algo que no iba en el conjunto, se acercó a una mesa, su escritorio particular, del segundo cajón sacó una lupa y revisó de nuevo aquella credencial
Como lo habían hecho sus ojos al desnudo la lupa confirmó que no había ningún signo de desgaste en aquel documento, era nuevo, recién hecho, pero fechado hacía varios años ¿Cual era la probabilidad que tras hacerlo no necesitara presentarlo en ningún sitio hasta aquel momento? Sin duda increíblemente improbables, pero no del todo imposibles pese al mundo moderno actual. Inspeccionó las marcas de autenticidad propias de aquella variedad de documentación y las comparó con varias muestras falsas y una verdadera, era autentica en todo detalle excepto que resultaba completamente nueva.
Sacó de un bolsillo, donde disimuladamente había guardado otro de los documentos que el sujeto presentaba, era una simple acreditación, también fechada hacia algún tiempo, algo arrugada, sin embargo el papel parecía impreso aquel mismo día y deteriorado intencionalmente, un trabajo que a otros ojos podría haber pasado inadvertido pero días encontró un claro patrón entre ambas acreditaciones, era momento de seguir el protocolo, solicitaría que pasara a un apartado para hablar o resolver alguna irregularidad y luego, con apoyo policial procederían de ahí en más
Tomó los documentos y salió nuevamente, el sujeto estaba allí, no parecía nervioso, eso era raro, parecía seguro de si mismo, eso no era tan raro, fue a dejar las cosas sobre el mostrador y notó que había algo que anteriormente allí no se encontraba, un simple recorte irregular de una hoja de cuaderno, en el solo la palabra “Llame” y debajo un número telefónico que parecía de otro país
A Díaz le recorrió un escalofrío por la espalda, descuidadamente preguntó si el papel era del caballero, pero se encogió de hombros, sin duda era un sujeto astuto, no iba a comprometerse, pero Diaz también era una persona sensata, si el hombre no era peligroso y llamaba a aquel número comprendería que estaba correctamente acechando a otro individuo que comprometía la seguridad de su bella nación, y si realmente corría un peligro, siempre podría haber un cómplice camicase con una bomba, un arma que le apuntara desde la distancia o quien sabe que, no perdía nada constatándolo y salvaguardando su vida. En una de esas era un apunte de otro pasajero que pasara desapercibido anteriormente…
Dudó un segundo si llamar a seguridad primero, sería lo más sensato, también podía llamar desde el teléfono en el interior del modesto despacho que él ocupaba con los otros agentes de aduna, pero estaría un poco más comprometido, allí, en público, era más difícil que atentaran contra él.
Se disculpó con toda cortesía, tomo el papel dejando en el sitio los pasaportes de aquel hombre, y se encaminó al teléfono en uno de los lados del mostrador, marcó sin dificultad y aguardó casi cinco segundos, una vos metálica sonó del otro lado tras un chirrido y le anuncio que la llamada estaba siendo transferida, luego debió aguardar casi veinte segundos más antes que una voz masculina le atendiese, no se presentó, exclamó una simple y tajante orden.
-¡Déjelo pasar!
-¿Así como así? – preguntó algo divertido - ¿Solo porque me lo pide un desconocido que no se identifica al otro lado de un teléfono?
- Aguarde un momento
Diaz aguardó ¿Que más daba? Al cabo de otros tantos segundos escuchó que le hablaban nuevamente, una vez más sintió algo helado recorrerle la espalda, del otro lado del auricular le indicaron donde trabajaba, su nombre completo, enumeraron varios servicios que usaba, incluyendo, sin falta, su dirección, la matricula de su auto, el número de su cuenta bancaria y las notas de su hija de trece años
No era alguien común, era la primera vez que Diaz se enfrentaba a algo similar, y en este momento que lo pensaba nunca se imaginó en esta situación, por primera vez en su vida se arrepintió de no haber aceptado un asenso, y se le cruzó por la mente incluso, que no dudaría en aceptar la oferta si volvían a realizársela, unos instantes después recuperó la cordura, esta era una oportunidad única…
Quizás era un terrorista del más alto nivel, un traficante de alto rango, un acecino por contrato, fuese cual fuese el caso, atrapar una persona así era algo sin precedente, imaginó con cuanto honor lo galardonarían, y también se sintió bien imaginando, así sea un poco, la envidia de sus compañeros resolviendo esta situación
¿Pero como resolverla? No podía ya pedirle que pasara al cuarto para sospechosos, con la información que había pasado fácilmente podrían hacerle daño a su familia, esfumar en un segundo los ahorros de su vida, tampoco dejarlo continuar, dejar que una persona tan peligrosa entrara al país ¿Con que propósito vendría? La voz dijo algo más…
- Tranquilo Señor Díaz, nada pasará a su familia ni a usted mismo si es lo que está pensando, simplemente no podemos decirle de que se trata, pero no es ni un acecino ni un traficante, se encuentra ante un agente especial ¿Comprende? Si le diéramos más información comprometeríamos la seguridad del estado, también sería peligroso para usted que supiera más, nuestro hombre está en una misión tan comprometedora para la seguridad mundial que viaja totalmente encubierto, y no crea que le daríamos esta información a cualquiera, tenemos su excelente historial de trabajo, es indudable que su perspicacia es excelente, nadie en su lugar hubiera necesitado llamar a este número, mañana, cuando despierte, será una vida nueva para usted, sabemos que rechazó su asenso varias veces, esta vez no podrá evitarlo, gente como usted la necesitamos para tareas más importantes, es un orgullo para su país tenerlo, no desvalorice su trabajo como un simple inspector de aduana
La línea se cortó, Diaz tuvo que intentar dos veces colgar el teléfono sin acertar del todo, le temblaba la mano, se hallaba entre al espada y la pared, parecía de una película de Holliwood, pero esto no es la pantalla grande, acá no ganan siempre los buenos, su familia estaba en peligro, él estaba en peligro ¿Porque no podía ser una agente especial de su país u otro? Detenerlo, causarle un inconveniente era un error tan irremediable como no aprenderlo si era un delincuente, tenía que decidir, no quiso meditarlo, se sentía lívido, a punto de desvanecerse
La voz del teléfono sonaba sincera, el sabía percibir una mentira ¿Habrían logrado engañarle? No era fácil aquello, a Díaz no se lo engañaba con facilidad, pero por teléfono, un hombre capacitado…
Se acercó al mostrador, esta vez no pudo sonreír, el sujeto lo miró con curiosidad
- ¿Todo en orden?
- Todo está perfecto, disculpe la demora… puede usted pasar
- Gracias
Diaz suspiró mientras veía alejarse al sujeto de espaldas sin voltear atrás siquiera una vez, estrujó un pequeño papel y lo guardó en su bolsillo… nunca se sabe…
Cuando Díaz despertó aquella mañana jamás imagino que un Neptuniano llegaría a su puesto de aduana y le haría pasar por aquello, ni que su vida cambiaría de allí en más, se había involucrado en algo más grande de lo que pudiera imaginar…

Kevin Heves Maranetto Vranich

19/03/2013



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