-Lo siento…
Había lágrimas en sus ojos azules
que recorrían suavemente la dulzura de su rostro para morir en la comisura de
sus labios finos de un alegre carmesí
Lo sentía, con todo su corazón, como
un punzante y agudo dolor que atraviesa el pecho y anuda el aliento en la
garganta, apenas podía respirar, la agitación había ruborizado sus mejillas
pálidas, le temblaban las manos, allí, arrodilladla frente a él, estiro sus
dedos y acaricio la mejilla del joven, que con un gran esfuerzo, sonrió
-Sí, lo sé…
Aún había vida en su mirada,
destello de sueños e ilusiones, sus ojos oscuros parecían columpiarse en la
misma línea que separa el cielo del infierno. Era un buen muchacho aunque no
fuera especial en algo específico, ni demasiado fuerte ni demasiado débil, ni
hermoso ni feo, no era gordo o flaco, era tan simplemente común y normal, que
era encantador, para ella lo era, y lo amaba con injustificada devoción…
Se sentía cansado como nunca antes, recostó
su espalda en lo ancho de la pared y alzo el rostro al cielo, justo junto a la
rubia cabellera de ella, las nubes de deslizaban con una pereza impresionante
frente al celeste cielo celeste de primavera, sin embargo en aquel lugar
apartado no había brisa, le hubiera gustado un poco, para que jugara con esos
rizos dorados, hubiera sido hermoso…
Ella se deshizo en lagrimas, no podía
contener el llanto, aunque no quería que él la viera triste, abatida, detestaba
pensar, así fuera un solo momento, que el cambiar su forma de pensar de ella,
que se volverá rencor fruto de su arrepentimiento, que la odiara…
Y esa idea cobro fuerza, como lo
cobra una tormenta en el mar agitando las olas, cubriendo el firmamento, y
arrasando todo a su paso, mientras la inocencia de aquellos sentimientos eran
una embarcación a la deriva en aquel agitado mar
¿Qué sucedería después? El temor corrió
por su sangre como un veneno, la hizo hervir y perder el sentido común, su
juicio se fue perdiendo, su inocencia también…
Lo amaba hacia tanto, llevaban tan
poco saliendo, verlo con alguien mas había sido un golpe demasiado duro para su
corazón, debía haber una explicación, sabía que debía haberla, pero sentir que
le arrebataban algo suyo cuando finalmente después de sufrir tantas noches en
solitario lo había conseguido fue demasiado, la cordura se hizo a un lado,
concreto una cita en aquel lugar apartado, caminaron unos minutos, llegaron a donde
ahora se encontraban, lejos de tantas miradas curiosas, donde tantos enamorados
buscaban su privacidad, se giró hacia él con los ojos turbios, y le pregunto,
sin pensarlo bien, quien era ella…
Para cuando el respondió ya estaba
sentado con su espalda contra la pared y ella llorando frente a él, su prima
había venido de visita a la ciudad y le estaba mostrando los lugares mas interesantes,
al decirlo él sonrió, ella se había puesto celosa, le causó dulzura, la amaba y
no tenía más ojos que para ella, es una chica tonta, así la quiere él…
Pero ella tiene miedo, miedo que el
deje de quererla, que después de esto todo cambie, que nada pueda seguir igual,
que ya no confié en ella, que se aparte, se aleje de ella, que no vuelva a
verla, que… tenga miedo… eso no podía permitirlo, no podía darse el lujo de que
el le tuviera miedo y dejara de amarla… no permitiría jamás que eso pasara…
Apretó con fuerza el puñal que no había
podido soltar desde el momento que atravesó con el la piel ardiente de su
enamorado, la sangre ya había empapado su ropa, pero la herida no era mortal,
esa herida no, pero el miedo de que el le temiera si…
Solo fue un movimiento para
retirarlo, y su siguiente estocada atravesó el corazón de su enamorado, sus
ojos se apagaron rápidamente, sin sentir miedo, sin sentir odio, aun con amor
en ellos…
Kevin Heves Maranetto Vranich
01/03/2021