Había sido un día malo en el
trabajo, la madrugada estaba muy entrada, los parpados querían cerrarse ya del cansancio,
los pies se arrastraban uno tras otro, con la pereza propia de quien lleva el
conflicto de hacer el último esfuerzo del día y a la vez es aquel acto que lo
conlleva al descanso merecido, me acerqué al auto
La primera expresión fue una maldición
seguida de una variedad de insultos recordando varios familiares que nada
tenían que ver con el proceso “una simple goma pinchada”
Llevaba rato soplando un viento
frío, pero cuando usando el gato levante el vehículo y con las llaves correspondientes
quite la rueda se abalanzó sobre mí una tempestad inimaginable, gotas grandes y
frías se desprendieron del cielo todas juntas que en cuestión de diez cortos
segundos estaba hecho una sopa de pies a cabeza, y bajo aquella torrencial aguacero
concluí el trabajo
Sin mirar bien que hacía guardé
las herramientas abrí la puerta, me senté en el vehículo y le di arranque, recién
cuando el motor rugió normalmente porque había llegado a una temperatura
adecuada noté que no estaba solo
“¿Quién eres?” fue la pregunta
que brotó de mis labios “Dios” fue la respuesta que brotó de los labios del
acompañante
Mire a la persona de pies a cabeza, yo estaba
empapado, sabía muy bien el vehículo estaba cerrado con llave antes de subir, aquella
persona estaba impecable, vestida de blanco, casi tenía un halo mágico que la
envolvía, seca completamente, ni un solo cabello fuera de lugar
“¿A si?” dije irónico, “Si” respondió
sobriamente, nos miramos a los ojos, madre mía, ahí me di cuenta que aquella
persona era en verdad Dios
Surgieron tantas peguntas dentro
de mi cabeza que la vida no me hubiera dado para formularlas todas y menos para
escuchar tal cantidad de respuestas ¿Que hacia allí? ¿Porque estaba allí? ¿Porque
en mi auto? ¿Que se supone que esperaba de mi? ¿Debía esperar algo yo de él? ¿Era
algún tipo de broma divina? ¿Me esperaba un castigo? Me faltó valor para sonreír
y le miré a esos ojos que no tienen palabras para ser descriptos, así que de
todas las preguntas habidas y por haber brotó la única que mis labios tuvieron
la fuerza de pronunciar, casi sin que supiera conscientemente que lo hacía “¿Por
qué?”
Podría haber dicho “¿Por qué qué?”
ya que es una pregunta muy amplia, podría haber sido ¿Porqué estaba pinchado el
auto? ¿Por qué llovía? ¿Por qué estaba en mi auto? ¿Porque yo creí que él
estaba en mi auto? ¿Porqué me estaba volviendo loco? o algo más trivial como ¿Porqué
había hambre en el mundo? ¿Por qué existían las guerras? ¿Por qué era necesario
dormir a diario? Pero a Dios mis imple porque le fue tan claro como el agua
pura de un manantial
“Cuando en la vida no podemos más
– comenzó a responder – cuando todo va mal, cuando ya no sabemos que más puede
pasar, algo que es aún peor sucede, nos desmotiva, nos dice “vamos ríndete,
hasta aquí tenías que llegar, ahora detente, renuncia, pega media vuelta, márchate,
abandona” pero la mayoría no se dan por vencidos, lo dudan, les cuesta avanzar,
lo piensan más de una vez pero saben que la única salida es seguir adelante, así
que como tú deciden cambiar lo que está mal, es allí cuando la vida vuelve a
insistirles que no lo hagan y descarga sobre ellos todo el torrente de
dificultades de la que es capaz para perjudicarles, para hacerle bajar los
brazos, para obligarles a desistir, muchos abandonan, muchos esperan un momento
más adecuado para seguir adelante, nada cuesta esperar un poco sin saber que la
vida es tan corta, pero otros siguen adelante aun con todo en su contra,
avanzan en la oscuridad y superan el desafío que es la escancia de vivir, y no están
orgullosos por haberlo hecho, allí cometen el error de haber superado todos los
obstáculos cuando muchos se dan por rendidos a mitad de camino, y ellos
siguieron adelante, su propia perseverancia es la recompensa y no lo saben,
necesitan un premio diferente, algo o alguien que les diga “lo has hecho bien”,
cuando ellos mismos son incapaces de decirse estas palabras.”
Quizás no lo entendí en ese momento,
quizás aun no lo entiendo, pero puedo recordar veinte veces lo que dijo y siempre
le hallo un claro significado, recuerdo las ganas que tuve de hacer otra
pregunta pero su sonrisa era demasiado amplia, sabía que no había más
respuestas, sabía que tenía que marcharse, ya me había dicho lo que había venido
a decirme, o así lo esperaba yo
Desvié mi mirada solo un segundo a
las agujas que median la temperatura y otros aspectos del auto, el combustible
marcaba prácticamente cero, cuando miré de nuevo a mi lado no había nadie
Puse reversa y di la vuelta, fui
directo a la estación, dos cuadras antes el auto se apagó sin combustible,
recuerdo haber pensado “si no lo hubiera tenido en marcha mientras hablaba con Dios
hubiera llegado a la estación”
Luego lo entendí, unos diez minutos
después, de nuevo empapado bajo la lluvia fría mientras volvía con una botella
con el alimento para mi auto, y sonriendo me murmuré cuando lo puse en contacto
“muy bien, lo has hecho muy bien”
Kevin Heves Maranetto
Vranich
12/07/2012