Ella
era joven, él no lo era tanto, hacía ya un buen tiempo que salían juntos y no
era la primera vez que la invitaba a cenar a su casa, donde en compañía de sus
padres, pasaban gratos momentos, luego, tras los postres, se retiraban usualmente
al cuarto del chico donde platicaban hasta muy entrada la madrugada,
ocasionalmente mirando alguna película, en otras oportunidades sentados a los
pies de la cama curioseaban fotografías viejas, o recostados en ella soñaban
juntos un futuro para los dos…
La
cena de aquella noche había sido especialmente agradable y sustanciosa, y como
no habían encontrado algo satisfactorio para ver en la televisión tras
retirarse al cuarto del muchacho quedaron juntos hablando de varios temas
desinteresados, entre tema y tema dejaban escapar algún suspiro, algún
comentario agradable, alguna caricia, algún beso…
Algo
avergonzados comenzaron a dialogar sobre su pasado, pocas veces lo hacían pues
lo importante para ambos era su presente, no tenían cabida en su dicha las
personas que les habían marcado, pero aquella noche la conversación se había
dirigido caprichosamente a ese tema, y ella, algo azorada, había terminado
contándole algunas experiencias penosas con muchachos y lo desagradables que
estos habían resultados, dejando para el final el cumplido de lo agradecida que
estaba al haberlo encontrado, él, que era tan diferente a todos…
Tras
las sonrisas, algo tímida ella lo apremió a que el narrase a su vez sus
vivencias, y con lucida disconformidad no pudo negarse y platicó algo de las
chicas con quien había estado en lo largo de su vida, nombrando algunas al
pasar como chicas eventuales y sin significado, recordando otras con un brillo
en los ojos que no podían evitar que la joven a su lado sintiera velados celos por
esas mujeres que le habían compartido antes que ella misma…
Ella
se mostró interesada en especial en su última pareja, la cual el describía con
una confusa sombra de rencor y anhelo, mientras ella comenzaba a interrogarlo
el logró soltarse y a liberar una carga que nunca había compartido con nadie en
anterior oportunidad, la joven no pudo evitar sentirse increíblemente azorada cuando
el sin pena alguna comenzó a relatarle los íntimos encuentros que había tenido
con aquella mujer, quizás fuera que eso la incomodo más de lo que podía tolerar
o quizás los celos en parte la pudieron haber cegado o simplemente puede que
aquellas anécdotas hicieran arder la llama de su propia pasión, lo verdaderamente
sorprendente fue el brillo cálido de sus ojos cuando extendió su mano para
sujetar el rostro de su compañero y acercándolo a si misma lo besó con una
pasión ardiente…
Aquel
beso no fue como todos los anteriores que daban un suspiro entre relato y
relato, aquel beso era el fin de una charla y el inicio de un momento de intimidad,
aquel beso fue correspondido con otro beso que reflejaba la misma intensidad y
pasión, mientras los brazos de ella rodearon el cuello masculino y los brazos
masculinos rodearon la cintura femenina, aquellos labios parecían adheridos los
unos en los otros y se negaban a renunciar a un sentimiento tan ardiente…
La
naturaleza en su sabiduría les bridó instintos que compensaron la falta de experiencias
anteriores entre ellos, y con la misma lentitud de una hoja cayendo en otoño
ambos cuerpos fueron recostándose sobre la cama, unidos, pegados, como si
pertenecieran a un solo ser…
Las
manos de ellas sujetaban la cabeza de él con firmeza, impidiéndole que se
separara y buscaban así mismo recorrer los brazos del muchacho que se aferraban
a su cintura con desesperación…
Se
cruzaron tantas miradas en aquellos momentos que parecían emanar desde sus
propias almas y compartir el uno por el otro un deseo tan ardiente…
Las
manos de quien deslizaron la primer remera es difícil de precisar, tanto como definir
qué manos surcaron con mas placer la piel del otro o cual de esas manos acudió
primera al encuentro de los botones de sus pantalones, pero fuesen las manos de
uno o del otro, con absoluta tenacidad recorrieron la suavidad del ser amado despojándole
de todas sus prendas hasta que en un momento de reflexión se hallaron desnudos
el uno junto al otro, mimándose, acariciándose, besándose, mirándose…
El
no lo podía creer, ella tampoco, cuando se dio cuenta de lo que sucedía o lo
que estaba a punto de suceder sintió miedo, y el que tanto la amaba notó ese miedo
en los ojos de ella, y en un hilo de vos le pregunto si algo no iba bien…
Ella
sintió vergüenza de confesarle su falta de experiencia cuando el momentos antes
había revelado la destreza de la suya y negó con la cabeza sin apartar la
mirada, él sin embargo curvó los labios, no en una sonrisa si no en un gesto
sutil de preocupación, y besando la frente de aquella chica murmuró a su oído
si nunca antes había hecho aquello…
La
oyó suspirar a su oído en un dejo de angustia y temor al verse descubierta,
pero no pudo evitar que la confianza que sentía en aquel hombre la subyugara, y
asintió suavemente, intentando susurrar una disculpa…
El
sin dejar de mostrarse comprensivo, sin distraer las caricias que sus manos le
prodigaban, y sin abandonar sus ojos de los de ella preguntó, suavemente si le molestaba
aquello, si no estaba segura no era necesario…
Ella
tembló levemente y él lo sintió sin ninguna duda, la mano del hombre surcaba
con ardiente deseo febril sus caderas, y sus labios besaban con suavidad su
cuello y mejilla, pero lo notaba detenido en un momento, no iba mas allá, si bien
no dejaba de indicarle cuanto la estaba deseando tampoco decidía tomarla sin
que ella lo consintiera…
Que
mujer que ya haya pasado por esto no conoce esos instantes de inseguridad
cuando estas a puto de entregar tu niñez a un hombre, ese instante en que el
deseo es tan poderoso que te es difícil pensar con sensatez, ese momento donde
algo en tu corazón te dice, silenciosamente, que es tiempo de volverse mujer…
Él
sabia por lo que pasaba la chica, no debía apresurarla, nunca antes había
encontrado muchacha tan deliciosamente perfecta, la adoraba con todo su corazón
y quería tenerla para si en cuerpo y alma, pero no le deseaba dañar, no deseaba
que aquello no sucediera si ella aun no estaba dispuesta, quizás con esfuerzo
pero podría contener su deseo y que todo acabara allí, quizás otro día se
encontrara a gusto… que necesidad había de apresurar algo cuando quería tenerla
para toda la vida…
Ella
también parecía consiente de los pensamientos de él, y tímidamente buscó su
boca, con clara inexperiencia deslizó la mano por la espalda masculina gozando
el roce con suavidad, buscando en su afecto llegar al mismo corazón del chico
que ella sentía amaba con todas sus fuerzas
Las
manos de aquel joven, mas experimentadas, comprendieron prontamente la señal, y
desdibujaron la piel en formas irrepetibles, abarcando cada palmo de la textura
femenina, cuidando de esquivar con aparentemente descuido los puntos más
sensibles de la chica, ella al mismo tiempo, aprendiendo a su vez de quien
tomaba por maestro, buscaba con ansias repetir tan expertas maniobras y tanteaba
con cuidadoso anhelo todo centímetro de la
piel de su compañero, avergonzando al principio, y dejándose llevar luego,
mientras poco a poco olvidó que ella ignoraba lo que era aquel placer y se dejó
llevar por las caricias dadas y recibidas…
Los
labios de él, expertos anfitriones del placer, surcaron los labios, las mejillas,
mordiendo suavemente los lóbulos de las orejas, deslizándose parsimoniosamente
por el cuello hasta los hombros, hasta los pechos, donde finalmente se dedicaron
por completo a entregarle a ella todo el goce que estaba al alcance de su práctica…
Para
que detenernos en cuantos rincones exploraron aquellos labios, en cuantos
sitios suaves mordisqueos despertaron oleadas de placer, o lo que aquellos
agiles dedos lograron provocar en los surcos ardientes de la muchacha, quien
sin experiencia se dejó llevar por iguales impulsos y un instinto natural le
enseñó a dominar técnicas desconocidas en aquella única lección, y con la misma
gracia que una experta lo hubiera hecho, pero con la inigualable satisfacción
de quien siente ese placer por vez primera, depositó besos en cada palmo de la
piel de aquel hombre, y acarició con sus propias manos cada parte de la escancia
de quien amaba hasta que finalmente comenzó a sentir oleadas de placer emanando
de su feminidad, oleadas de un placer casi incontrolable…
La
mirada seria de él albergaba un último aliento de control cuando ya sobre ella
pregunto casi en un suspiro si estaba segura, ella ya no tenía aliento para responderle
así que asintió mudamente, y momentos después el llenaba con sus ansias de
hombre las ansias de mujer de ella, en un acoplamiento majestuoso donde
finalmente dos mitades que no son nada por
sí mismas complementan un todo…
Ambos
dejaron que un impulso llevara a otro, que un movimiento fuera respuesta de
otro movimiento, que un deseo emergiera de otro deseo, y unidos, en constante
armonía, en el acto sublime de hacer el amor ambos experimentaron una infinidad
de sanciones que culminaron con la mas mágica y exuberante explosión de placer
que habían sentido en todas sus vidas…
El
momento, aunque magnificente no culminó en aquel instante, el compás marcado
comenzó a descender, lentamente, gradualmente, hasta detenerse escaso minuto después
por completo, quedando él extasiado sobe el cuerpo de ella, que abrazándole con
fuerza parecía no desear que nunca se apartara de sí misma…
Más
allá de lo que había sentido, mas allá de los muchos placeres que le había
provocado, y de que aquel contacto intimo jamás podría comparársele ningún
otro, algo en ese instante fue mucho más valioso para ella, y esto era tener su
peso sobre si misma, sentir cada parte de su cuerpo oprimiendo otra parte
propia, su peso masculino sobre su modelada forma femenina…
El
se incorporo levemente intentado pararse por miedo a que esto la molestara pero
ella no lo permitió, así que se movió levemente y le miró a los ojos, la
sonrisa de ella era nueva, radiante, como nunca en su vida la había visto sonreír,
el brillo en sus ojos quizás nunca podría apagarse, no después de aquel maravilloso
momento, y el sonrió a su vez, porque sintió que lo había hecho por ella, y
solo por ella, sintió que por primer vez estaba ante alguien que de verdad
lograría amar para toda la vida y la besó…
Cuando
el finalmente para evitar molestias, y sin aceptar reclamos se bajo de ella,
permitió a su vez que ella quedara sobre
el parcialmente, mientras la abrazaba, mientras acariciaba lentamente sus
bucles que llegaban hasta los hombros, mientras su dedos descendían suavemente
acariciando las protuberancias sutiles de la columna vertebral hasta el inicio
mismo de su caderas, regresando por sobre uno de los lados con giros suaves que
provocaban deliciosas cosquillas, así hasta su cuello, y de nuevo a su pelo
para iniciar rítmicamente aquel mar de sensaciones
Ella
a su vez no podía creer el mágico momento que había pasado, nunca había imaginado
que estar con él podría lograr saciarla de tantos deseos de una sola vez, y
hacerla anhelar que se repitiese aquello hasta el fin mismo de sus días, deseaba
aquel hombre, deseaba envejecer con él… y transmitía sus deseos en las caricias
suaves, tibias y reconfortantes sobre el pecho masculino mientras aspiraba su
aroma, deslizándose algunas veces en un sentido, otras en el opuesto, llegando
ocasionalmente hasta el cuello de él y su mejilla, así, medio dormida le entregó
cerca de la mandíbula un cálido beso, y medio tapada entre las mantas revueltas
se dejó llevar por el sueño…
El
suspirando se fue durmiendo lentamente, besó su cabeza, le deseó la buenas noches
a las cuales ella ya no podía responder y se durmió en paz… Había hallado al
amor de su vida…
Kevin Heves Maranetto
Vranich
20/03/2012